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El hombre apasionado

Había una vez un hombre tan apasionado por la vida, que su única casa era el camino, y su trabajo el caminar. Recorría ciudades, pueblos y villas, guardando en su mochila de cada una lo mejor, y así era que siempre iba ligero de equipaje, pues las cosas buenas no pesan apenas.
Tal era el amor que sentía, que jamás se vio atado a persona alguna, trataba a todos por igual y jamás se quedó ningún lugar establecido, sus amigos le despedían y otros nuevos le recibían cada poco tiempo. Era un hombre alérgico a las ataduras, las cuerdas rozaban y herían su piel, así que las evitaba y su vida era un curso de agua sinuoso que discurría entre grandes peñascos y rodamientos, siempre pasando por allí donde era más cómodo horadar su cauce.
Un día caluroso como pocos llegó a una nueva aldea. Las casas eran como las de cualquier otra aldea, y sus habitantes pululaban ocupados en sus tareas como en otros lugares. Sin embargo, vio algo que le llamó la atención. Una bella muchacha llevaba un cubo de agua sobre su cabeza con gran dificultad, y tal era su hermosura, que el hombre apasionado no pudo apartar su vista de ella hasta que desapareció en una casucha de techo bajo. Sintió el roce de la cuerda en su piel como nunca lo había sentido.
Meses pasaron hasta que el hombre apasionado volvió al camino. El sol estaba radiante en el cielo, el viento mecía las ramas de los árboles, y a su lado, una dama se esforzaba en seguirle el paso. Aquel día, la mochila le pesaba menos que nunca.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta! Enhorabuena!

Anónimo dijo...

muchas gracias por tu comentario, me alegro de que te guste! saludos