Sentada del 28 de abril de 2011

MINIATURAS XIX
Iñaki
Caminar y caer
y dar explicaciones
y volver a caminar
y volver a caer.

Hay que ventilar la cabeza
para que no se intoxique
el corazón.


Las buenas palabras de comprensión
afinan la melodía de la vida.


Cuando la emoción se agota
el futuro amenaza con una brisa
de resentimiento.


Cuando pides socorro
nadie te escucha,
todos están,
pero hay un ruido de fondo
gritando que eres bobo
por llamar, cuando podías
haberte hecho el bobo
y no molestar tanto.


Con la escritura
se cose la costura
de la cultura.


La realidad del espejo
afirma que eres viejo.


La ley oprime
al sabio.


Soledades presentes
que sonríen,
soledades del tiempo,
¿por qué nadie escucha
las sonrisas de la soledad?


Estaba mirando al infinito
y nadie volverá a ver esa mirada,
fue no más que su mirada.



CONTRADICCIONES
Carmen

Cuando oigo la palabra solidaridad, mi cabeza se llena de imágenes contradictorias. Creo que no sé lo que es eso. Ahora mismo, desde que dependo de los demás y dejé de ser independiente, oigo las monsergas de los que me asisten, que si estoy gorda, que si doy mucho trabajo, y me veo todavía peor, ni siquiera me veo como persona.
No me gusta mi cuerpo desde que no me valgo sola. Pero recuerdo a Mª Paz, qué buena actitud. Una vez la regañaron los cuidadores porque había participado en un curso, una especie de graduado que proporcionaba el proyecto Horizon. Los cuidatas venga de criticar, que por qué se hacía ese gasto, que por qué se había apuntado ella a un curso para buscar trabajo. Y ella, que se crió en un cotolengo y lo sabe todo de autoestimas destruidas, les contestó: A mí me han dado la oportunidad y la he cogido. ¿Cuál es vuestro problema? Porque, lo que es yo, no tengo ninguno. Y los cuidatas callaron, ¿pero dónde está la solidaridad?
La mayoría de nosotros los cojitrancos nos criamos en casa, donde todo está dicho y hecho, y no tenemos que pedir nada para estar asistidos. Pero cuando salimos fuera no sabemos ni pedir lo que necesitamos. Cuando iba a Auxilia, los asistentes se quejaban de que no pedíamos ni ir al baño, de que lo tenían que adivinar ellos. ¿Es esto solidaridad?
Me acuerdo de una vez, estaba estudiando en APAM, teníamos un examen, un control o no sé qué, y la profe me pidió que sirviera de secretaria a Concha Anibarro para que ella contestara las respuestas a cada pregunta y yo las transcribiera. Me sentí muy bien ayudándola, por fin servía para algo, y así se lo hice saber a la teacher.
La solidaridad tiene un problema: que tú puedes ser muy solidaria, ¿pero qué ocurre cuando nadie lo es contigo? Cuando visitaba yo los centros de ocio de Auxilia, mi padre a regañadientes devolvía a su casa a dos o tres compañeros cojos en el coche, a pesar de sus muchas canas y llegar muy de noche al bario. Pasábamos el día juntos y él nos recogía. Pero llegó el día en que yo precisé el favor, mi padre había enfermado, y los padres de estos compañeros siempre me ponían alguna pega, hasta que mi familia se enfadó.
Y en la residencia pasa mucho: a mí me falta tiempo para hacer un favor, pero a ti nadie te da nada.
Y ayer fui a ver a Félix al hospital. Yo creí que estaría solo, pero fueron a verlo cinco o seis mocitas. Dijo la auxiliar: –¡Otra! Pero si no entráis más en la habitación. Le llevé jabón y se puso muy contento. Josefina estaba en sus glorias montando a una auxiliar en su burra mecánica.



MARÍA
Victor y adredista 0
Cuando María se fue a Huelva me quedé más triste que la sombra de un galgo. Me enamoré de ella porque era guapa como la oropéndola, más delicada que los corderos.
Yo salía a la avenida para encontrarme con María. Ella siempre paseaba sola, no le gustaban las broncas de los colegas y se pasaba la tarde huyendo de ellos. Cuando me descubría en el paseo, se me acercaba y comenzaba a empujar mi silla. Antes se había agachado para darme un beso de saludo. Lo que me enamoró de ella fueron sus ojos negros y grandes como dos abismos. Me mataban sus ojos.
Llegó el verano y María continuaba paseando sola, se cubría las tetas con una camiseta minúscula y cuando se inclinaba para besarme su revelación me asombraba. Yo les veía las tetas a todas las amigas de mi hermana Macarena, pero las de María eran algo especial, grandes, morenas, altas como pollos en el horno y oliendo a agua de rosas, un perfume que había comprado, me dijo, en un viaje a Florencia, en la botica de Santa María Novella. Nadie huele a rosas con más exactitud que María en Algüera.
Cuando una tarde, empujando mi silla hacia la línea del horizonte –con ella de guía siempre me parecía estar explorando el mundo, lo mismo daba pasear por la avenida que por el camino al cementerio– María me dijo que se había echado novio, se me cayeron dos lágrimas, sólo dos. Ella no las vio y yo pude al fin disimular.
Al día siguiente me presentó al novio. Se llama Juan y es tan bueno que no le puedo odiar, aunque era lo único que se me ocurría en aquel instante.
Cuando al fin María dejó Algüera y se fue con Juan a Huelva, entonces sí que me harté de derramar lágrimas. Lloraba a escondidas porque no podía decirle a mi hermana que estaba enamorado de su amiga, se hubiera reído de mí.
Ahora, cuando a veces nos vemos María y yo en el pueblo, ya no me hace llorar, pero cuando desaparece de nuevo, yo vuelvo a quedarme tan solo como la primera vez.

2 comentarios:

David dijo...

Saludos a todos.

Soy un joven preocupado por esta sociedad desbordada. Hace ya tiempo que encontré vuestros textos, vuestras historias y francamente de ellos absorbo cantidad de valores y aprendo muchas cosas de la vida.

Os sigo. SAludos!!

...ADREDISTAS dijo...

Te agracedemos que nos escuches y que te identifiques con lo que no sin dificultades intentamos decir.
Gracias en nombre Carmen y de todos los adredistas.

pd. disculpa la tardanza en contestar