Cuaderno azul / 2


Carmen

Hay tantas personas que quiero… pero pienso ahora en Víctor. Víctor es un amigo de mi hermano, de cuando estudiaban juntos. Es un auténtico ciclón de alegría y vitalidad, hablador y polémico, moreno y alto, con barba, con cierto aspecto de pintor bohemio. Un día se pasó un rato enorme intentando demostrar que en Alemania había más horas de luz solar, hasta sacó una calculadora y todo. Y con cierto acento entre extremeño y andaluz. Es divertido, algo pelota, con ochenta oficios y más mujeres, su vida es como una noche de fiesta, con resaca.

En Soria hacía muchísimo frío, la nieve blanqueaba campos y praderas muy a menudo. Un día, de los primeros de mayo, la era frente a mi casa apareció con un manto blanco de nieve. Los niños hacían grandes muñecos y la gente al pasar reía y gritaba: “¡Mirad, el muñeco del patio de la escuela, mirad!”

¡Oh, la nieve! Es increíble cómo una cosa tan pequeña y mínima puede hacerse grande y cubrirlo todo tan de blanco, tan extensamente, tan igualitariamente.

Me viene a la memoria la escuela de mi padre, con su estufa de leña y sus pupitres, los tinteros como sombreros de loza invertidos. Me gustaba escribir con las plumillas enganchadas en su palillo.
Niña, es el tercer vestido que manchas en la semana –me decía mi madre.

Hay veces que el mundo exterior me da miedo, a enfrentarme a la calle, a caerme de la silla, a luchar. Quisiera abrir la ventana de aprender a nadar, de circular sola por ahí... Y por otro lado pienso y me obsesiono, si yo no podría haber hecho algo más con las enfermedades de mis padres, con su triste final... Pienso que mi vida es absolutamente inútil, estéril, anodina.

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