Estrella
Celia
vivía en un pueblo de Asturias, Villaverde, a unos 50 km. de Oviedo,
en Playa España. A causa de haber sufrido en su vida a malas
personas, que consiguieron destrozarle la vida, no quería vivir en
el mundo real y se refugiaba en la lectura.
Devoraba
los libros a raudales, todos los libros que caían en sus manos se
los comía. No le importaba si eran de amor, de guerra, de humor,
dramas... todos eran buenos para vivir otras vidas en vez de la suya.
Y
era muy feliz con la lectura. Los libros le hacían olvidar los
sinsabores que las malas personas le habían provocado y así podía
soñar con un mundo mejor.
Pero
el hecho de refugiarse en los libros hizo de ella todo lo contrario a
una buena persona. Se convirtió en una persona egoísta, solitaria y
arisca, que evitaba cualquier trato con la gente. No quería saber
nada de nadie, le importaban un carajo los problemas de su familia, y
mucho menos los de sus vecinos, con los cuales no quería trato de
ninguna clase.
Un
día recibió la llamada de su padre. Era para decirle que a la mamá
le había dado un infarto y la habían ingresado por urgencias en un
hospital de la capital. Y que la tenían en observación en la Unidad
de Cuidados Intensivos.
Se
trataba de su madre y Celia reaccionó al fin. Fueron momentos
realmente duros, porque se preveía un desenlace fatal.
Para
Celia y su padre no se movían las manecillas del reloj. Fueron días
de incertidumbre que se hacían interminables. Al cabo de una semana,
pasaron a la planta y pudieron estar con ella, turnándose de día y
de noche hasta que la dieron el alta a los quince días.
En
el corazón de Celia empezó a nacer un sentimiento de gratitud,
primero y sobre todo hacia todos los profesionales que intervinieron
en la recuperación de su madre: médicos, enfermeras, celadores.
Celia
se la llevó a vivir con ella a su casa, y allí, día a día con un
gran cariño y dedicación, la estuvo cuidando hasta su total
recuperación.
El
hecho de tener que cuidar a su madre y el buen trato recibido en el
Hospital la había sacado de su aislamiento. Y poco a poco se fue
despertando en ella otra vez la solidaridad y el amor a la gente, esa
gente con la que estuvo reñida durante demasiado tiempo, borrándose
y no dejando huella su antiguo odio.
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