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El pez


Había un cuento para chicos místicos...
Había un cuento para chicos sonámbulos...

Había un cuento para chicos
que comenzaba con un gran pez
un gran pez que montaba guardia
en su arrecife de coral, de urticantes coronas rojas.

Los autores habrán llenado la historia con palacios y tesoros solapados, con prodigiosas transmutaciones del pez en príncipe que se sobrepone a las maquinaciones de un gran visir entre esclavas bellas y astutas que descubren pasadizos secretos y qué se yo.

Pero mi memoria borra con eficacia digna de mejor causa todo desarrollo, conflicto y desenlace y sólo me deja el pez oscilando grave frente a su cueva con cara de señor que ya ha casado a todos sus hijos.

Mi teoría es que de puro mágica la vertebrada bestia se tragó su propia historia y ahora no hay quien la saque de su inercia metamítica. O que de puro mítica se tragó toda la metafísica y devino mármol blando, bello y verde para siempre por las aguas del buen Tales.

Nada, hermano pez, nada sereno letras afuera.

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