Sentada del 20 de febrero de 2014


CUADERNO AZUL / 17
Carmen
 
Soy una vaga empedernida, pero me gusta la diversión y los viajes. Me considero un poco cobarde, bastante, y algo aburrida de la vida. Quisiera volar muy alto, pero me falta energía para subir. Me gusta el agua, me gusta nadar y la playa… O sea, soy hedonista, pero si tengo que ayudar a alguien no pongo reparos. Soy como la tortuga que se esconde en su caparazón, pero pueden contar conmigo los amigos si necesitan ayuda.

He andado muchos lugares, pero nunca hallé mis raíces.

Despertarme es difícil, porque me encanta la cama. La luz entra por mi ventana y siempre me despierta antes de lo que me gustaría.

Rummm, se oye el avión: es como yo llamo a la grúa con la que me levantan. Los auxiliares me asisten para lavarme, que si la cuña, que si la colonia, ¡ay, qué frío! Después, me colocan en la silla y allí termino de vestirme. Hay cuidadores que me caen mejor que otros y les pido más cosas, o les hago algún cumplido. Pero los hay que vienen de mal humor y yo me acobardo y callo.

Paseando en mi silla de ruedas con un colega por el zoo: elefantes, jirafas, cacatúas… Un pelícano atacó al compañero, que se asustó un poco: le dio un picotazo en una pierna y tuvimos que llamar a los servicios médicos. Al llegar a la jaula del gorila, se nos ocurrió ofrecerle cacahuetes, pero él nos echó de allí a pedradas. Desde aquel día, miro a los gorilas con otros ojos.

No sé, quizá mi mejor amiga de Alcuéscar fuera Mercedes, con gafas medio oscuras y gruesas, pelo muy corto. Disfruté mucho oyéndola hablar de sus nueve hermanos, de su madre –que había muerto–, de nuestros cuidadores preferidos, de lo que hacíamos durante la jornada… y de los grandes amores de la residencia, como A y M, y cómo se ayudan, que si él le da de comer a ella y que si ella ríe continuamente sus bromas.

No entiendo por qué esa residente habla sola, por qué repite tanto “problemas, problemas”. Quizá recuerde a su padrastro agresivo o quizá tenga muy grabadas las peleas con su madre y el rechazo familiar por su cojera. Nunca me atrevo a hablar con ella, de sus agresividades, de sus desventuras… ¿Qué le pasará por la cabeza cuando me llama la gilipollas? ¿Por qué me insultará?

El bolígrafo es como la saliva de nuestras neuronas y pensamiento.

Agua, el origen y el fin: Agua eres y en Agua te convertirás.

PEPE EL MULA
Ramón
Nos tocaba hacer la mudanza de don Zacarías Topete, notario de Segovia, que cambiaba de casa. Me acompañaba Pepe el Mula, un tipo trabajador y muy responsable. Pepe no sabía nada del cliente de hoy y yo no sabía nada aún de sus inclinaciones malsanas hacia los notarios.
Cuando entramos en la casa y leyó la placa en la puerta, NOTARÍA, a Pepe se lo llevaban los demonios.
–Estudian cuatro días a cuenta de mi esfuerzo desde niño, o sea, de mis impuestos, y se hacen con un pesebre de por vida. No puedo con estos parásitos, no los aguanto, es demasiado. Por lo menos las vacas dan leche, pero los notarios solo nos dan po’l culo.
Esto me lo dijo antes de que nos abriesen la puerta.
–¿Pero qué te han hecho los notarios, Pepe? –pregunté yo, un poco alarmado, pues no conocía esta faceta tan violenta del prudente Mula.
–No me han hecho nada todavía, pero cuando me lo hagan, que me lo harán, no respondo de mí.
Ya nos habían abierto la puerta y tuvimos que callarnos.
Llenamos el camión de trastos muy pesados, que los muebles de notario son de maderas nobles o algo peor. Nos habíamos dado una paliza subiendo escaleras y bajando muebles de un segundo piso sin ascensor.
Don Zacarías nos guiaba con su coche a la nueva mansión, un chalet de tres plantas, también sin ascensor.
–Voy a apuntar esa matrícula, que nunca se sabe –me dijo el Mula.
Vaciamos la carga con algo más de tranquilidad y nos fuimos, pero la historia siguió a la mañana siguiente. Iba otra vez con el Mula en el camión, conducía él hoy, y vio estacionado en doble fila el coche del notario enfrente de la estación de Renfe.
–Mira qué bien, ya le tenemos a tiro –lo dijo así, en plural, como si saldara una cuenta común y ancestral.
El rayón que le metió con la defensa del camión a las dos puertas laterales del Mercedes fue para cambiar la mitad de la carrocería, si no toda, pero sólo chapa. Por supuesto, el Mula ni paró. Y todavía gritaba como los indios en plena batalla, aunque con cara de felicidad y sin pintar.
–Pero Pepe, ¿qué te pasa? Estás descerebrado, tú.
–Entiendo que no me entiendas, pero con los notarios hay que hacer prevención, como con la salud.
–Puta envidia es lo que tienes tú –le dije por decir algo.
–Cuando un notario me haga una putada después de lo de hoy, el disgusto será otra cosa y puede que ya no me infarte.
Lo tenía tan claro que era mejor no insistir. Para qué, si el Mula iba a convencerme antes a mí que yo a él.

LA MAHOU
MaryMar
Qué pena, va a desaparecer la Mahou, si es que no ha desaparecido ya, me lo acaban de decir. Desaparece el escenario de mi infancia y yo ni me había enterado. Y también el Calderón.
En la Mahou tenía yo amigos, chicos y chicas. Íbamos mucho a bailar. Y siempre quise ir al fútbol, pero jamás entré en el estadio. Oía los gritos cuando había partido y esperaba a mis amigos en las puertas. Los del Atleti salían siempre tristes, siempre perdían. Pero cantaban. Somos gente muy rara los del Atleti.

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