Sentada del 3 de octubre de 2013


MINIATURAS / XLIX
Iñaki
Nunca me digas que me quieres,
nunca me digas que no me quieres,
¡hay que mentir tanto para amar!

Ese guiño de ojo
me dejó cojo,
ese guiño de circo
me dejó bizco,
un guiño de record,
un guiño de amor.

Me tengo que retirar
del amor,
me tengo que retirar
de las lágrimas.

La calle sube,
la calle calla,
la calle es una montaña.

¿Un amor que no escucha?
¿Un amor que no disculpa?
No hay amor sin compasión.

Decías que escribías,
decías que llorabas,
decías… lo decía.

¿Por qué no me dejas probar
a hacer lo que hay que hacer?
¿Y por qué no puedo ser libre?

Escuchar por escuchar
obliga al otro a callar.

Cuéntame tu vida,
cuéntamela,
pero no toques una lágrima
de mi puta soledad.

VIOLACIÓN
Isabel

Yo soy una persona muy tranquila que no me gusta hacerle daño a nadie, pero cuando alguien me hace daño a mí, ya sea físico o verbal, intento defenderme y me quedo tan a gusto, que como dice la Biblia “ojo por ojo y diente por diente”.
Hace años, viviendo yo en otra residencia, un conserje de mi misma edad, alrededor de los treinta años, andaba detrás de mí y yo no le hacía ni caso.
Este hombre me decía siempre: “Tú tienes ojos de gata”, y yo pensaba que estaba de broma conmigo.
Un día que iba yo al servicio de señoras, el conserje me chistó con mucha insistencia y me preguntó: “¿Dónde vas?”.
Y yo le contesté: “¿Es que no puedo ir al servicio cuando lo necesito? ¿Tendré que pedirte a ti permiso?”
“¡Ven! ¡Ven!”, me dijo él.
Y yo, como una tonta, me fui hasta él y le dije: “¿Pero qué quieres de mí?”
Él, por toda respuesta, me cogió de los hombros y se puso a darme muchos besos de lengua. Yo pensaba con asco qué pretendería este tío de mí, pero él continuaba.
Cuando terminó de besarme, me llevó al gimnasio y cerró las puertas por dentro. Y yo le dije: “¿Por qué cierras la puerta?”. Y él me mandó callar y me dijo: “Qué pechos más bonitos tienes, cabrona”. Y luego intentó bajarme el sujetador. Y él se bajó el pantalón y los calzoncillos.
Yo me puse a dar gritos como una loca, pidiendo auxilio, pero nadie me podía ayudar, porque sólo había allí dos hombres en sillas de ruedas que estaban como vegetales.
Menos mal que alguien de fuera escuchó mis gritos y empezó a dar golpes en la puerta. Por lo que el tipo cogió miedo, se vistió de prisa y fue a abrir.
Mi madre y yo fuimos a la policía a ponerle una denuncia y le echaron de la residencia y estuvo durante un día en la cárcel.
Este tipo tenía una hija de 13 años y mi madre le dijo: “¿Qué, te gustaría que hiciesen a su hija lo que tú has hecho con mi hija?”. Él contestó que no le gustaría para nada. Y mi madre le respondió: “Pues a mí tampoco me ha gustado lo que hiciste con la mía”.
Yo todavía no le he perdonado y lloro por las noches pensando en lo que me hizo. Por supuesto que no le perdono ni le perdonaré nunca.

APUROS
MaryMar
De mi madre me río porque es vieja, se le caen los platos de la mano, se pincha con la aguja cuando cose, se pierde en el metro cuando viene a verme. No sabe orientarse en los cambios de línea, cualquier día sale en Torrelodones en vez de en El Carrascal, y eso que en Torrelodones no hay metro que yo sepa.
Con mi asistente de escritura me río si le levanta corriendo para irse a mear, pues parece que tiene el muelle ya flojo, no debe de andar nada bien de la próstata.
Y del fisio me río si me pisa cuando bailamos, siempre se equivoca en los pasos, que está peor que yo. Es curioso, pero los apuros de los demás a mí siempre me dan la risa.
¿Y dónde está Petra?

No hay comentarios: