Sentada del 10 de octubre de 2013


GUAY TOPE GUAY
Mercedes
Una fiesta es siempre algo guay, pero es que los cumpleaños en mi familia son super guays. Nos reunimos todos: mi hermano, mi hermana y yo, sus respectivos, mis tres sobrinos (dos chicos de 20 años y una chica de 17 años), y “la Isidora”, mi madre.
Lo primero que preparamos es la mesa grande llena de comida: aperitivos, aceitunas, patatas fritas, canapés, gambas, langostinos, croquetas, callos, tortilla de patata, jamón serrano, y etcétera. Cuando es el cumpleaños de mi sobrino favorito, nos vamos a casa de mi hermana a celebrarlo, y nos acompaña el hermano de mi cuñado y su mujer, con otro hijo que también es un cachondo mental.
Son muy divertidas estas fiestas porque armamos unas guapas, de todo: contamos chistes verdes y nos reímos de toda la gente, comenzando por el Capullo. Hablamos de todo sin cortarnos y lo pasamos bien, todos juntos y revueltos.
Este verano también ha sido guay de la muerte. Me fui con un grupo de compañeros cojos como yo a Lanzarote, que no es la isla mejor adaptada, pero se puede mirar. Y mi madre también vino, el hotel era una pasada, había de todo: piscina, quiosco, jardines con flores y árboles, palmeras, cafetería, peluquería, fuentes....había de todo. Teníamos todo incluido: el desayuno, la comida y la cena, que eran buffet, y un cocinero preparaba la carne o el pescado a la brasa en el momento. Era como el paraíso aquello, yo no sueño otra cosa.
Fuimos a muchas excursiones juntas. Lo que más me gustó es que fuimos en un barco a Fuerteventura, qué paseo por mar, como Ulises me veía yo. La Fuerteventura también era bonita, una playa de arena blanca y agua azul turquesa muy preciosa. Pero el Timanfaya es lo más, me encantan los volcanes y su mala leche: echabas paja y se quemaba, echabas agua y salía vapor. Cogí un poco de arena en la mano y quemaba. Lo malo, que mi madre no me dejó montar en los camellos. Ese rato me lo pasé buscando olivinas, que está prohibido hacerlo en el parque.
Llevo veinte años en este centro y he estado en muchas fiestas. Mi favorita es el Aniversario de mediados de mayo, una fiesta de una semana entera. Hay de todo: baile, teatro, la semana cultural, muchos aperitivos, muchos banquetes de comida especial, etc. Estuvo muy bien este año. Y la exposición de trabajos de los talleres, genial. Yo presenté un cuadro de “petit point”, un reloj de cocina para mi madre.
Yo me lo paso muy bien en todas las fiestas, me gusta mucho la juerga. ¿Sabéis lo que más me gustaría? Ir a un “Boys”, para ver a tíos macizos en pelotas, como los parió su madre. Se lo tengo que pedir al Capullo. En los Carnavales yo me disfrazo de embarazada o de novia, y el andador es siempre mi marido. Me he llevado muchos premios de disfraces.
Y escribo porque me apetece y me sale de las narices, es para nuestro blog de EscribirAdrede. Lo que me gustaría ahora es escribir la historia de mi vida, que es una vida muy sencilla y muy normal, por eso, la gente encontraría su vida en mi vida, no sé si eso vendería mucho pero sería hermoso. Y estoy de puta madre con los adredistas. Me lo pasó genial con las historias que salen aquí, en el taller, no hay más que leer el blog para que veáis que no miento. Hay que darle mucho al coco. Me gusta que cada día se hable de un tema porque así nuestra realidad se ensancha.

MELANCOLÍA
MaryMar
Para mí la melancolía es una ventana y un muro ante la ventana.
Para mí la melancolía es una compañera que no se calla y un compañero que no habla. Y esta mañana bajé a hablar con el terapeuta ocupacional, pero no te voy a decir de qué.
Ayer vinieron mi madre y mis hermanas a verme, eso también es mi melancolía.
Desde estas Navidades que no sé nada de Petra, también eso es mi melancolía.
Yo creo que la melancolía es una cierta impotencia, como si la vida pasada se negase a disfrutar de la vida presente.

¡LO QUE NO ENSEÑA UN CAMIÓN!
Ramón
Un mes ya era casi demasiado para los que se tuvieron que ir, pero su ausencia se estaba haciendo insoportable para los que nos habíamos quedado. Hablo de cuando se fue Avelino, que también se dedicaba al transporte como yo, en un viaje a San Petersburgo con cerámicas.
Su ausencia se notaba sobre todo por las tardes, cuando la cuadrilla nos íbamos a tomar vinos los días libres. Avelino había nacido para payaso, pero se hizo camionero. La escena mundial perdió una estrella y mi cuadrilla ganó muchas tardes de gloria. Él era único para sacarle punta a la vida.
Un día que la poli había cortado la Calle Real y no podíamos pasar hasta el bar que nos abrevaba habitualmente, nos metimos a la izquierda, por las callejas de la Judería, con la intención de burlar el control. Pero Avelino tropezó con una mujer que, según él, le había hecho un hombre y en su bar nos aparcamos durante toda la tarde, la cuadrilla rodeada como nunca de amigos de esta mujer que hablaban y no paraban de Avelino y sus atributos.
Pero cuando se fue, yo no lo echaba de menos por un centímetro de más o de menos, sino porque sin él las tardes eran siempre mucho más largas. Después de un mes largo, yo creí que ya se habría matado y bebía en su memoria.
Cuando volvió de San Petersburgo, estábamos los de la cuadrilla amustiados una de esas tardes que se hacían tan largas, cuando de pronto le vimos aparecer en la puerta. Estábamos en el bar de siempre, agarrados con desesperación al chato. Pues si su sonrisa era de oreja a oreja nada más vernos, la nuestra fue directamente una carcajada: le acompañaba una tía que, por el fenotipo, no podía ser menos que leningradense.
Y nos bebimos de un trago el chato y pedimos otra ronda para compartir con los recién llegados.
El pedo de aquella tarde fue brutal. Avelino contaba y no paraba de su viaje. Había cogido en autostop a todas las chicas que se lo habían pedido y ya con eso tenía calibradas a las mujeres de todas las patrias de Europa, de Francia a Lituania, con luxemburguesas, alemanas, checas y polacas incluidas.
–Una sabiduría me he hecho –nos explicaba después de cinco chatos– A las francesas todos las conocéis, muy funcionales. Las checas son más tiernas, sin embargo, más inseguras. De las alemanas no digo nada, un hambre insaciable. Las polacas, como las de Segovia, más pendientes del cura que del milagro. Y las lituanas, un poco primitivas. No hay como las rusas para descubrir el calor humano, tú.
La rusa no entendía ni papa, pero se reía con nosotros. Fue una buena tarde para la ampliación de perspectivas de la cuadrilla.

No hay comentarios: