Sentada del 26 de septiembre de 2013


OTRA VEZ A FERROL
HeavyMetal
Otro año más que me marché a Ferrol del Caudillo. Siempre será del Caudillo Ferrol, para su desgracia.
Y son dos veranos consecutivos subiendo al norte.
Me trae muy buenos recuerdos. Estuve viviendo muchos años allí. Hasta el año pasado, llevaba sin ir por Catabois desde el 97.
Y me he ido a encontrar una ciudad muerta.
Unos días antes de venir, había ido en compañía a ver a Alejandro Sanz. No fue un buen concierto, me aburrí muchísimo con él, no con la compañía.
Me tuve que comprar hoy cuatro bolígrafos para poder escribir esta mierda de crónica.
No fui muy lejos, por Catabois abajo un poco. Ahora, así, puedo escribir.
Aquí no quieren salir las cuidadoras de excursión. Posiblemente es el último año que hay intercambio.
El año pasado hice un chulo reportaje sobre El Ferrol. Este año mi artículo no mola.
En lugar de salir por Ferrol, que está todo visto, estás leyendo Luna nueva, de Crepúsculo.
¡Así estás de mustio! ¡Como un vampiro!
Este año investigué poco la ciudad, tengo poco que contar, aunque el año pasado ya conté todo.
El primer día que fui por Catabois me quemé los brazos y la picota por no pedir crema.
Un voluntario me sacó un día. Fuimos al Parrulo, un bareto de barrio en la misma calle, pero lejos, en el Inferniño.
Me dice Conchita: “Se saluda al Pirata, otra vez por aquí”. Y yo le contesto: “A ver a la novia de este puerto”
Cómo echo de menos a mi amigo Olegario. Los dos hemos pasado muy buenos ratos en esta ciudad.
A Olegario no le sentó bien el secano. Se fue a Madrid y la palmó.
Olegario y yo entramos juntos en el CAMF del Ferrol en el 92.
Fuimos muy felices los dos en esta ciudad, recorriendo la carretera de Las Pías.
Vino a Leganés a morir a mi lado.
Yo lo puedo contar. Olegario, no, que está bajo tierra.

CONTENTA
Isabel
Yo siempre estoy contenta, menos cuando me agarra la melancolía, que suele ocurrir.
El martes pasado sin ir más lejos me eché a llorar sin tener ningún motivo y Nacho, mi novio, que estaba a mi lado en ese momento, me dejó que llorase todo lo que quisiera porque de esta forma me iba a desahogar.
Después de llorar un poco me sentí mas aliviada y contenta.
Nacho, como siempre que me ve un poco triste, se lió a contarme chistes para que me riese un poco. Si es que tiene gracia por arrobas mi chico y cuenta cosas muy graciosas.
Me hace reír tanto que me duelen las mandíbulas de la risa y yo le digo: “¡Nacho! ¡Ya está bien! ¡Cállate ya!”. Pero él sigue con sus gracias hasta que me ve más contenta.
Cuando se va de mi lado me quedo pensando en los chistes que me ha contado y yo sola me río a carcajadas.
Yo también le cuento a Nacho algunos de los chistes que sé, por ejemplo aquel del negro que se estaba bañando desnudo en la playa. Había por allí algunas chicas jóvenes, todas con la boca abierta, y muchas señoras mayores, también con la boca abierta. Cuando salió el negro del agua reparó en el espectáculo, todas las tías con la boca abierta como si viesen un fantasma, y se mosqueó mucho. A todo esto, su pene iba haciendo un surco sobre la arena como si de un arado se tratara. “¡Que pasa! ¿Es que a vuestros novios y a vuestros maridos no se les encoge cuando salen del agua?”
Cuando estoy con Nacho se me van las penas. Y yo le digo: “¡Nacho, eres una gran persona, con mucho sentido del humor!”
Y él me suele decir con mucha gracia: “Isabel, tú me pones… contento, ¿por qué será?”. Y yo le contesto: “¡Y yo qué sé!”
Nacho, no cambies nunca.

ÁRBITRO
Ramón
Vivía en Segovia, en un 5º piso sin ascensor, y de casa a la Profesional me tocaba ir andando. Habían estudiado allí tres hermanos y para mí todo era más fácil, pues tenía información anticipada de los buenos y de los malos.
En realidad, no había ninguno malo del todo, me refiero a los profes. A mí lo que me gustaba era la mecánica, montaba los motores como si fueran mis juguetes. Los motores y los partidos de baloncesto de los domingos, era con lo que más disfrutaba.
Lo mismo me tocaba alevines que infantiles que juveniles, yo arbitraba todos los partidos. Era árbitro, pero de mesa, era el que llevaba la cuenta de todo, puntos, tiempo, personales… todo. Un trabajo es esto de ser juez de mesa en un partido de baloncesto.
No había demasiadas broncas, sin embargo. La federación nos daba cursos y yo estuve varios años estudiando los reglamentos de todos los deportes, pero lo que más me gustó siempre fue el baloncesto.
Jugué poco, cuando me escogían en la Profesional porque era alto. Pero pronto me quedé muy atrás en la cosa de encestar, había que ser muy bueno para tener sitio en un equipo. Y yo sólo conseguí sitio en la mesa.
De juez de mesa estuve unos cinco años…
No me lo puedo creer, que recuerde todas estas cosas que tenía olvidadas. Me ocurre algo curioso, tengo nostalgia de mis olvidos más que de mis recuerdos.
Esto sí que es nostalgia: la tristeza del olvido. Esto sí que es un mal rollo, os lo digo yo, vaya mierda los olvidos.
Tengo que recordar más cosas de mi adolescencia.

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