Sentada del 28 de febrero de 2013


UN ESTÚPIDO Y ADEMÁS CELOSO
Estrella
La tarde era fría, oscura e invernal. Por fuera de la ventana se oía silbar el viento contra la persiana. Los cristales retumbaban por la presión del vendaval. Ana y Pedro se encontraban dentro de la sala de estar, discutiendo nuevamente.
Pedro no soportaba las libertades que se tomaba Ana. Ella antes llegaba sobre las ocho de la tarde de trabajar, pero últimamente daban las nueve y aún no había oído abrirse la cerradura de la puerta.
Pedro no soportaba la espera y la quemazón que le invadía en la boca del estomago, hasta hacerle enrojecer de ira la cara y los ojos, como había ocurrido ahora mismo, cuando Ana abrió por fin la puerta pasadas las nueve.
¿De dónde vienes a estas horas? –preguntó Pedro.
A lo que Ana respondió:
Es que he salido tarde del trabajo y había mucho tráfico.
Pero Pedro dudó de esta excusa, ya que se la había oído en demasiadas ocasiones. Y la cogió del brazo y, zarandeándola fuertemente, le espetó:
¿Con quién has estado? ¡Eh!, ¡venga!, ¡vamos! ¡Confiesa!
Ana callaba y le miraba temblorosa, muy asustada, sin poder articular palabra, cosa que a Pedro le irritó aún más. Los celos se habían apoderado de él y le estaban haciendo perder la cabeza. Comenzó a insultarla y a ultrajarla:
¡Puta!, ¡zorra!, ¿con quien has estado?
Ella se había quedado sin habla, con lo que Pedro definitivamente perdió los nervios y dio a su mujer una fuerte bofetada.
Ana cayó al suelo llorando, completamente derrumbada y sin fuerzas para levantarse.
Pedro, al darse cuenta por fin de lo que había hecho, cogió la puerta y se largó.
Como pudo, Ana se levantó del suelo y se fue hasta el sofá a sentarse. De sus ojos no paraban de brotar las lágrimas y de su garganta un suave quejido diciendo:
¿Por qué, Pedro?, ¿por qué?
Al cabo de unas dos horas, escuchó los pasos de Pedro en la escalera y su llave en la cerradura. Pedro entró, se acercó a ella rápidamente, la abrazó y dijo:
¡Perdóname, mi amor! ¡No sé lo que me pasó! Perdí la cabeza por unos momentos y los celos se apoderaron de mí. ¡Dios mío!, ¡por favor!, te lo suplico –y poniéndose de rodillas y abrazándose a sus pies, continuó– Nunca más volverá a pasar esto, te lo prometo, ¡confía en mí!
Ella le levantó del suelo.
Pedro, no puedo perdonarte. Y aunque así lo hiciera, sé con toda seguridad que no podría olvidarlo. Además, Pedro, me has decepcionado. Quizá haya sido mía la culpa por contarte los problemas con mi ex.
Yo no soy como él, no me compares.
Creo que no has sido nada inteligente. Si en su día pude dejarle a él, por maltratarme ¿Cómo no te voy a dejar a ti, ahora que soy más fuerte y confío más en mí y sé que no soy culpable de las neuras de nadie?

BIENAVENTURADOS
HeavyMetal
Bienaventuradas las personas que vienen aquí, a la residencia, a hacernos compañía y a ayudarnos.
Y mi amiga Isabel y mi amigo Nacho me emocionan, hacen una pareja perfecta.
Y bienaventuradas las personas que nos asisten aquí, gracias a todas esas cuidadoras y camareras…
Para cuatro euros que recibís, a cambio de tantas atenciones.
Es una alegría estar con vosotros, gracias, y estar en vuestras manos.
Es un placer ver a Isabel y a Nacho, los dos tan juntitos llenos de amor, y respetados…
Cuando Manuel cuidaba a mi amigo Alfonso Gálvez, eso sí que era hermoso.
Bienaventurado, Manuel.
Me tenéis que creer, no me gusta el mal ajeno.
Cuando veía a Ramón y a Ali, juntos y atentos el uno de la otra, se me ponía la carne de gallina…
Un regocijo ver a estos dos compañeros, personajes de su historia en la silla de ruedas.
Ponía el vello de punta, era todo tan bonito.
Y cuando Enricucho viene a comer con Carmen Soria, ¡qué pasada!
No me alegro tanto de mi bien como del bien ajeno.

AUTORRETRATO
Peva
Para hacer la especie de análisis sobre una misma que exige el autorretrato hay que ser muy critica con la menda, o sea, conmigo, y esto es peligroso. Si no eres una tía madura, puedes llegar a fantasear cosas que no eres y que querrías ser. Claro que si me doy jabón a mí misma tampoco con ello perjudico a nadie.
Pero en fin, diría que hay dos personas en mi vida que se merecen todo mi respeto y cariño: son mis padres. Mi madre, por supuesto, hizo una especie de milagro conmigo, al creer en mis posibilidades físicas más que yo misma. A mí me costaba mucho hacer cualquier cosa, ponerme de pie o lo que fuera. Por ejemplo, ponerme cualquier prenda de vestir era un problema. Pues mi madre, con su perseverancia y poco a poco, conseguía que llegara a ponerme las prendas más difíciles de poner. Y aunque yo tiraba la toalla con demasiada frecuencia, ella siempre estaba allí dándome la coña. Hasta que no conseguía su propósito no paraba, por más que yo dijera que no podía. Siempre ganaba ella la partida y, naturalmente, también la ganaba yo, pues conseguía hacer de mí una chica un poco más independiente.
Esto de la independencia ha sido siempre para mí una especie de meta muy costosa. Y como todo lo que cuesta un gran esfuerzo, lo deseaba hasta con rabia, tanto era así que, antes con mi madre o mi padre y después por mí misma, he conseguido ser una mujer casi independiente durante toda mi vida.
Yo, cuando era más joven, pasaba casi todo el tiempo leyendo las historias de otras personas y me gustaba mucho hacerlo, nunca he abandonado la afición, ¡ya lo creo! Pero cuando vas creciendo te das cuenta de que tienes la obligación de vivir tus propias historias. Ya no te sirve la vida de otros, aunque sean tipos geniales, sus historias son cojonudas pero no son la tuya. Mi vida era mi vida, aunque fuera algo diferente a esas de novela y aunque me equivocase. ¡Pero quién no se equivoca alguna vez!
Necesitaba de esas equivocaciones, necesitaba aprender de ellas y darme yo sola la gran ostia. Que tampoco es inevitable darte la ostia, pero será la ostia perfecta para salir del pozo profundo en que muchas veces has caído sin saberlo. Y aunque el pozo sea muy profundo, siempre hay alguna persona en la vida real que te arroja una cuerda y te salva la vida.
A veces hasta he agradecido haberme caído al pozo, pues he salido mojada de agua pero también con algo mas de experiencia, con la recompensa de ser mas sabia.
En fin, que yo creo que para ser resuelto ha de haber mucho de educación y mucho de seguridad en ti misma. Has de haber vivido una vida sin preocupaciones, como yo. Y cuanto más resuelta eres, la vida es más fácil y la risa te sale más suelta, fluida como la de un niño. No me explico cómo los niños son capaces de reírse hasta cuando su madre le hace cosquillas en los pies, que esto a mí me sienta como un tiro. Y sin embargo un niño se desternillará de risa siempre.
Como nosotras, o sea, mis hermanas y yo un día de primavera, ¡cómo me gusta a mí esta estación! Bajábamos aquel día al chiringuito en la esquina de nuestra casa. Teníamos muchas ganas de juerga: sabido es que hay días que una se ha levantado con los dos pies en el suelo al mismo tiempo, pues estos son los días que hay que aprovechar para pasarlo de maravilla, que a saber cuando llega otro. Estábamos allí las tres sentadas tan tranquilas cuando de pronto pasó ante nosotras un hombre de lo mas cachas, un rompecorazones, de esos que cada paso que dan es para hacer otra conquista, vamos, de los que se comen el mundo. Y mira tú por donde el tipo, que se creía un dios heleno, va y tropieza, se tambalea y se cae al suelo cuan largo es…
Nosotras, las tres brujas, como nos llamaba mi padre cariñosamente, vimos toda la secuencia en primera fila, tanto que se despanzurró a nuestros pies… Fue la mar de gracioso, incluido nuestro ataque de hilaridad, nos moríamos de risa. Pero, claro, al dios heleno no le hizo la más mínima gracia. Nos increpaba por nuestro asqueroso comportamiento, pero a nosotras su actitud nos daba más risa todavía.
Está claro, soy un poco puñetera, pero no estaría completo mi autorretrato si no saliese riendo con mis brujitas.

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