Sentada del 6 de febrero de 2014


CAMBIO DE RUMBO
HeavyMetal

Foto: visual.dichotomy
Rafa me llevó de puerta a puerta, de Leganés a Andújar.
Llegamos, nos metimos en el ascensor y no funcionaba. Dejamos la silla en el portal y subimos por la escalera.
La familia no estaba. Mi tía estaba en la peluquería y mis primos haciendo compras.
Estaba en el piso la chica que limpia.
Poco a poco fueron llegando.
Y después de comer, mi hermano se volvió y me dejó allí con la familia.
Un día, el hijo de mi primo, Luis, y yo:
–Vamos a dar un paseo, Luis –le dije.
Y salimos de la casa, ese día sí funcionaba el ascensor.
Nos fuimos al centro de Andújar.
–Llévame a la calle Ollerías, que hay una residencia de minus.
–No me suena.
Y fuimos. Tenía razón, era un centro de mayores.
Como era Navidad, estaba cerrado. Había un cartel que ponía “Cerrado por Navidad”
Estuve también en misa, muy cerca de donde vive mi tía.
Hablé con el cura, era majo, hablaba con mi prima Ana y mi primo Fali y Luis.
Luis, el primo, se fue a dar de comer a las perdices. Cría perdices para el reclamo.
También fui con Luis/padre a CabezaParda, una finca muy grande muy grande.
Las reses bravas están separadas de las madres y de los sementales.
Solo vi un nido de una rapaz en una encina muy grande.
Le estuve preguntando a mi primo por una finca que hay por allí, con linces, pero no sabía nada.
Mi primo Fali trabaja en la radio, Radio Andújar de la cadena SER, en La Torre. Es locutor como yo.
Le pregunté si trabajaba con guión y me dijo que el suyo era guión abierto.
No como nosotros, que locutamos con un guión cerrado, el que llaman americano cerrado.
Todo me cansa ya ahora, llevamos demasiados años con la emisora de radio.
Me aburro, no sé si es la edad o el colega, que también se hace viejo.
Cuando me venía yo, Luis/hijo se iba a Huelva, que tiene allí la novia.
Y vuelvo a sentir una tristeza aquí, un mal sabor de boca.
Me encuentro solo, quisiera tener una compañera para hablar aunque solo sea. O mejor dicho, una novia.
Tengo que cambiar de actitud. Tomar la vida con más calma, querer más a la gente que me rodea, disfrutar más de lo que tengo.
Esta situación no me mola, mi familia es increíble. Hablar de ellos es una maravilla.
Tengo una familia numerosa, gracias a dios. Es lo más grande que tengo y no me doy cuenta.
Qué Navidades más agradables pasé. No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos.

EBRIEDAD
Peva
Se supone que para estar ebrio hay que estar con un pedo que te cagas. Pero no es cierto, hay muchas maneras de estar ebrio. Yo, sin ir más lejos, tengo momentos en que estoy ebria, ¡y sin ingerir ni una gota de alcohol!
Porque esta palabra tiene muchos significados: se puede estar completamente ebria de pasión, por ejemplo, pues cuando la pasión te empuja no hay modo de controlar. Es lo mismo que un volcán cuando se desborda la lava y, por mucho que corras, termina por alcanzarte, destruyéndolo todo a su paso. Comparar la lava del volcán a la pasión es un poco exagerado, pero queda bonito. El caso es que pareces más viva y tu cuerpo da la impresión de que rejuvenece. Es como si te sintieses indestructible a todos los ataques, o mejor, a todos los errores que amenazan tu vida, o sea, tu cuerpo y tu mente.
Claro que la ebriedad de la pasión a tope es un poco jodida, pues el pulso se acelera y el cuerpo se agota, y puedes acabar en un estrés que te cagas. Hasta los infartos suelen ser otros efectos bien documentados de esta pasión más bien tontorrona del amor.
Pero hay más pasiones que nos emborrachan como la droga más alucinógena: la generosidad es otra que tal, sin ir más lejos. Que por algo me repetía mi madre a diario aquello de que la caridad bien entendida comienza por uno mismo. Porque mi madre, aparte de ser mi madre, era muy refranera, o sea, que a cada circunstancia aplicaba su refrán correspondiente.
Lo digo porque mi madre conoció muchas crisis y me conoció a mí también repartiendo lágrimas y otros esfuerzos entre los afectados por la pobreza. Y lo mismo ahora, pues en los tiempos que corren el ser caritativo puede ser la ruina.
El paro y la depresión hacen estragos a nuestro alrededor y a mí continúa poniéndoseme muy mal cuerpo cuando veo a alguien rebuscando en los contenedores de la basura orgánica del barrio. O mismamente cuando estoy merendando en una terraza de la calle Orense, un barrio de lo más pijo, el mío, donde yo me crié, y tengo enfrente un exquisito plato de ensalada y me llevo a la boca un tomate rojo, jugosito, y justo en este momento aparece por retaguardia, de improviso, una persona con unos vaqueros todos rotos que piden a gritos una lavadora, y sin mediar palabra va y me deja el típico muñequito para que le dé algo. Me lo deja en la mesa como acusándome de estar comiendo a dos carrillos.
Y yo continúo comiendo porque algo tenía que comer, y además que lo tengo pagado. Si no, es que me iba sin más.
Pero hay tanta gente pidiendo por la calle que como empiece a repartir lo mío entre todos los que me encuentro, dentro de poco soy yo la que está en una esquina. Y la verdad, a estas alturas de mi vida sería una gran tragedia, ya estoy muy acostumbrada a ser una burguesita pija y entiendo cada vez mejor lo que decía mi madre ante mis arranques de generosidad, eso de la caridad con uno mismo.

MÁS CONTRADICCIONES
Conchi
Marian de los Ángeles se llamaba una chica, vecina mía, que me apreciaba mucho. A mí me jodía ir a su casa, porque a su madre le molestaba, pues yo me manejaba peor que su hijita.
Nos habíamos conocido en el colegio, de pequeñas. A ella le funcionaba mejor el aparato locomotor, pero se le entendía peor que a mí porque la parálisis cerebral le había afectado al habla más que a mí.
Marian estaba todo el día sola en su casa, pero no quería salir de allí porque decía que estaba muy a gusto con sus padres. A mí me huele que esa chica estaba bastante abandonada, pero sin embargo no quería meterse en una residencia.
Para mí estar en casa es estar en una cárcel. Porque yo me he tirado 15 años sin ir a ningún sitio, aunque salía con mis padres. Pero no era lo mismo que salir por las noches por ahí, como ahora, que tengo más libertad. Ya me aburría de ir a los hipermercados con mis padres. Ahora hago lo que quiero y nadie me dice “tienes que hacer esto, tienes que hacer lo otro”.
A mí la residencia me ha dado una libertad grandísima.
Para mí sería genial que mi madre, ahora, se buscara una amiga y me dejara un poco más tranquila por las tardes aquí, en la residencia. Porque ella tiene que hacer su vida y yo la mía, pero mi madre no lo comprende. Se cree que me va a pasar algo si no viene todos los días. Y yo estoy un poquito agobiada de pasar todas las tardes con ella en la habitación. No me importaría que viniera de vez en cuando, pero lo hace todos los días.
Yo comprendo que desde la muerte de mi padre y de mi hermano ella se siente muy sola. Pero yo quiero ir a la discoteca, a los pubs, a buscar amigos por ahí, y no estar siempre con mi madre. Me gustaría hacer amistad con amigos y amigas. Tengo que estar sacrificada en la habitación porque no le vas a decir a tu propia madre que se vaya por donde ha venido.
Cómo me gustaría hacer amistades, no aquí dentro, sino en la calle. A ver si en el balneario, que vamos a ir muy pronto, me busco un grupo de gente joven. Y que ella se busque a gente mayor para entretenerse, porque si no me va a amargar las vacaciones, ¡y las paga mi tío!

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