Sentada del 14 de febrero de 2013


MINIATURAS / XLI
Iñaki
Cerveza,
¿por qué se agotan
mis pensamientos
con dos palabras
que no entiendo?
¿No será por un acaso
por falta de asiento?
Cerveza,
no lo comprendo.

Puta agonía
para una sola flor,
convivencia,
puto egoísmo
para una sola víctima,
cariño.

Risas y alegrías
y amarguras:
¡qué tiempos,
cuando reía sin amarguras!
¡No lo entiendo!

No querré,
no pensaré,
no me masturbaré,
que nadie me quiera,
siempre es la misma mierda,
la misma amargura.

El placer de un amanecer,
el placer de un amor
que amanece.

Si querer no tiene sentido,
dime cuál es el sentido del camino,
dime el sentido del camino
si el amor no tiene sentido.

No es porque sí
ni porque no,
es porque tiene una razón.

ANIMALES
Estrella
En un pueblecito de la costa levantina vive una chica sumamente atractiva, de cabellera larga y rubia y de ojos verdes, Rocío es su nombre y apenas cumplió ayer los 25 años.
Es veterinaria, aunque no ha podido trabajar todavía en ello. Desde pequeña ha sentido curiosidad por todo lo relacionado con los animales. Y la indignaba enormemente que sus hermanos, de una manera o de otra, maltrataran a los perros o a los gatos. O a los peces, que a ellos les daba por salir a la playa a pescar y Rocío iba a tirar piedras donde ponían el anzuelo para que no les picase ninguno. Y se negaba a comer los que alguna vez, a pesar de todo, traían.
Hace dos años estuvo en la India de viaje de fin de carrera y se enteró de lo que les hacen a los tigres, esos gatos tan perfectos y majestuosos. La invadió una profunda tristeza al comprobar que los están exterminando para arrancarles sus colmillos, que luego muelen hasta hacerles polvo, ya que dice la superstición que aumenta la virilidad de los hombres si se lo beben con un poco de sake y que cogen la fuerza del tigre.
La cabeza de la fiera la disecan para que el comprador la exhiba como trofeo en el salón de su casa encima de la chimenea. Y con la piel harán una preciosa alfombra para limpiarse los zapatos las visitas ¡Lastima que tanta belleza y tanto sufrimiento no sirvan para agitar las conciencias un poco de este tan arbitrario depredador que es el humano!
A Rocío le persiguen también los delfines, sacrificados tan tontamente por los pescadores, por el simple hecho de hacerse amigos de los barcos y nadar a su lado, y las ballenas, especialmente las ballenas que son cazadas por arpones que les lanzan con cañones desde los barcos balleneros.
Y sin irnos tan lejos, aquí en España a Rocío se le encoge el corazón cada vez que ve por la tele como el toro embiste a los caballos, ¡no cabe tortura más estúpida!, el toro desquiciado por el acoso y el caballo aterrado por el peligro. Para al final morir uno entre vivas de los espectadores a su asesino y malvivir el otro a la espera del próximo espectáculo.
Ahora mismo Rocío está trabajando en una residencia de ancianos (no hay tanta demanda de veterinarios respetuosos con los animales) y aquí comprueba que los cuidadores no mantienen la higiene de las personas a su cargo, ya que les tienen todo el día con el mismo pañal sucio de orines o de caca, lo que conlleva que tengan escaras. Tanto sufrimiento causado de forma innecesaria y estúpida por aquellos encargados de evitarlo la está causando trastornos en su alma, y está pensando en dejar el trabajo.
Ni respetamos a los animales que nos alimentan y son nuestros amigos ni respetamos a nosotros padres ni nos respetamos a nosotros mismos.
Rocío tiene 25 años, pero su crisis es muy fuerte, lo está pasando mal de verdad.

AMISTAD DURADERA
Isabel
Cuando llegó Dora a verme y la miré, me quedé de piedra. Venía de Alicante con unos pantalones rotos y la cara sucia. Olía mal porque además había bebido vino malo. Me aguanté las ganas de regañarla, porque no me gustaba como venía, parecía una pordiosera y me avergonzaba de ella. No quería que se enfadara conmigo, pero me daba vergüenza que viniese así, la debió de ver todo el mundo tan desastrada.
Llegó en pleno invierno, había nevado y hacía un frío como nunca en todo el año. Ella llamó a mi puerta y me dijo que estaba helada. Yo la dije que entrara, me daba pena, la puse una taza de chocolate caliente y ella me lo agradeció. Me dio las gracias, yo no le dije nada, ella se echó a llorar, me pedía perdón pero no sé por qué lo haría, no al menos hasta este momento.
Porque Dora terminó abusando de mi buena fe. Un día noté que me había quitado dinero, la cogí por banda y la maldije furiosa. Se fue de mi casa, pero tres días más tarde Dora volvió y me entregó un sobre con el dinero.
Qué has hecho, desgraciada?
Pedir, me he puesto a pedir –me dijo
Dora venía harapienta pero limpia, y olía bien. Yo la perdoné, volví a acogerla en casa y es mi mejor amiga.

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