CÓMO
ROBAR UN CHALET EN UN PINAR
Mercedes
Trabajando
toda la vida para ahorrar cuatro euros para poder comprar un cacho de
chalet, y años de quitarse muchas cosas para poder pagarlo. Pero en
un momento, los cacos se han llevado lo que han querido.
El
sábado nos fuimos a pasar el fin de semana al chalet. Y al llegar, a
la puerta de la valla, nada más salir del coche, mi hermana vio la
puerta de su casa abierta de par en par y sospechó que algo malo
había pasado.
–¡¡Huy!!¡¡Está
la puerta abierta!!¡¡Aquí pasa algo malo!!
Y
efectivamente, pasaba algo malo.
Fue
corriendo a la casa y vio que estaba la puerta rota. Cuando entró,
vio todo tirado y la luz encendida. Mi cuñado y mi madre fueron
corriendo detrás a ver lo que había pasado.
Vieron
que estaba todo tirado, que la televisión no estaba, que el secador
del pelo tampoco, y la cafetera tampoco estaba. La puerta del mueble
bar estaba abierta, miraron y comprobaron que se habían llevado
todas las botellas buenas que tenían almacenadas: güisqui, licor
del bueno, coñac.
Entonces
mi cuñado fue a hablar con el vecino para contarle lo que había
pasado. Es cuando el vecino le contó que había visto un coche negro
volkswagen hacía unos días aparcado en la puerta. El vecino pensó
que era un amigo de la familia, y no sospechó nada. Mi cuñado llamó
a la policía con el móvil para informar de lo que había pasado. Y
enseguida se presentó la policía en el chalet y escribieron todo lo
que había pasado y los destrozos que habían hecho.
Cuando
comprobaron lo que había, se fueron al poco rato. Después volvieron
otra vez con un detective a tomar huellas dactilares, el detective
inspeccionó todo y nos dijo que no tocáramos nada hasta que hubiera
acabado de tomar huellas. Y el detective se quedó a hacer su trabajo
y, mientras, mi cuñado se fue con la policía al cuartel de la
Guardia Civil a poner la denuncia.
Nos
contó que allí había mucha gente en ese momento con el mismo caso
que el nuestro, por lo que tuvo que esperar muchas horas para que le
atendieran. Mientras tanto, mi hermana llamó al seguro para dar
parte de lo que había pasado.
El
vecino nos contó que a él ya le han robado cuatro veces. No sabemos
si han robado más casas en esta zona.
El
problema peor era que la puerta estaba rota y teníamos miedo. Esa
misma tarde la arreglaron un poco, pero todavía tienen que esperar a
que les pongan otra puerta nueva porque ha quedado destrozada, con un
boquete que no tiene arreglo. Por lo tanto, mi hermana sigue
intranquila y preocupada, porque así le pueden hacer cosas peores en
el chalet.
Ha
sido un golpe muy duro. Ese chalet es nuestro refugio de verano,
también vamos los puentes, los fines de semana y las fiestas. El
chalet está todo rodeado de pinos, y el aire huele a fresco.
Mi
madre tenía mucho miedo y quería volver a la casa de Madrid pronto,
no fuera que volvieran a aparecer otra vez los ladrones. Se nos ha
quedado el disgusto y el miedo en el cuerpo.
Yo
pienso que ahora hay más delincuencia y más sinvergüenzas que
antes, no roban para poder comer, roban para vicios y droga. No se
dan cuenta de que destrozan su vida a la vez que molestan a la gente
trabajadora. Que roben a los banqueros y a la gente que tiene pasta,
no a los pobres. En el chalet de mi hermana había comida y no se la
llevaron. Sin embargo, las botellas de alcohol, sí, y lo que más
dinero valía, también.
La
policía le dijo a mi hermana que hiciera una declaración por
escrito de todo lo que le faltaba.
Mi
madre también tiene una casa en un pueblo de Toledo. Desde que murió
allí mi padre, hace diez años, no hemos ido casi. Pero por
desgracia también hay ladrones allí. Una vez rompieron el cristal
de la ventana de atrás y entraron. No se llevaron nada, excepto las
botellas de alcohol, porque no había nada de valor.
INSATISFACCIÓN
Laura
En
Matas Rubias, un pequeño pueblo de Badajoz, se vive con muchas
necesidades. No hay un médico que atienda en la enfermedad ni un
supermercado donde las amas de casa puedan comprar. No hay escuelas,
y los niños reciben la educación en la casa familiar. Ningún
vecino conoce el agua corriente en la vivienda, tienen que ir al caño
y en tiempos fríos como éstos el agua está helada. Las madres
tienen que calentar el agua para que todos puedan lavarse.
El
resultado es que todos los vecinos están insatisfechos. Y nadie
lleva tan mal la insatisfacción como Cecilia. Ella sabe por su amiga
Catalina cómo se vive en la Ciudad y envidia esa vida: allí el agua
fría o caliente entra en las casas, lavan la ropa en una máquina
con sólo tocar un botón y no hay que salir al río los días de
invierno. La casa no se calienta con la lumbre de la chimenea, hay
una cosa que llaman calefacción central, que no produce humos ni
funciona con leña.
Catalina,
ya con sus 18 años, anhela salir de Matas Rubias, tener amigos y
amigas para divertirse un poco. Sueña con vivir en la Ciudad. Pero
es algo que le resulta difícil, pues no tiene dinero ni está
preparada, no ha aprendido ningún oficio, apenas ha viajado, excepto
a los pueblos cercanos al suyo, donde se vive igual de mal que en el
propio.
Ella
quiere salir de esta situación que la ahoga bastante. Su problema es
que no sabe cómo liberarse del pueblo y esto le produce angustia.
Por fin consigue de sus padres la ayuda económica suficiente para
probar un tiempo en la Ciudad.
Se
pone en contacto con su amiga Catalina, que le proporciona una
pensión como primera acogida. Busca trabajo y no lo encuentra,
porque no tiene experiencia en ninguna actividad laboral propia de la
ciudad. Pasados dos meses se encuentra sin dinero y sin trabajo, y lo
que es peor, se siente más insatisfecha que en el pueblo.
Ha
decidido abandonar la ciudad.
ENAMORADA,
Y NADA MÁS
MaryMar
Yo
estuve un día enamorada de un chico que era más guapo que la
persona más guapa del mundo.
Yo
le decía piropos y él también me decía palabras bonitas, palabras
cariñosas:
–Te
quiero más que a un caramelo de fresa.
–Yo
a ti también, y me gustaría ser tu compañera, y que nos lleváramos
bien y estar toda la vida juntos, viviendo en Granada, y hacer amigos
y ver la Alhambra.
Y
nada más.
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