166

DE MI CUADERNO

Ya no tienes 30 años y tirar de la silla manual te va pesando.
Yo la silla manual la muevo con los pies, o sea.
Cuando tenía 30, que llevaba la silla sin problemas, nunca pensé que fuera a llegar un día que me pesara tanto.
Iba por todo Madrid con mi silla manual.
No me voy a bajar de ella en la vida.
Como me gustaría tener alguien que me ayudase, alguien que me acompañase.
Yo solo para todo, qué coñazo.
Se lo digo muy a menudo a Miguel, el fisio:
–Necesito una eléctrica. Es la vida.
–Eres inconstante –me lo dice porque no practico su manejo.
Algunas veces ya te dio hora, pero luego estás entrenando y luego te cansas.
Yo qué sé, ir en la silla manual me libra de obligaciones, los malos rollos de un motor, de cargar una batería a diario, todo eso, y que te deje tirado.
No sé ni lo que quiero.
Lo que más me gusta, eso sí, es locutar y ser estrella de la radio.
–Tu voz es muy tuya –me comentó mi cuñada–, no oí el último programa en directo porque tenía logopeda con la niña.
Me gusto como soy, aunque me desespero.
Soy como soy, no tiro la toalla, es la hostia.
Lo que más me gusta de mi persona son mis ojos.
Aunque con gafas no se nota que son verdes, son unos ojos muy hermosos.
En el espejo me miro a menudo, cada vez soy más feo.
Los minus somos diferentes a la gente de a pie.
Qué desesperado estoy, siempre solo, siempre igual.
No estoy tranquilo, yo quisiera vivir en familia. Mi tía va a tener una nieta.
Es una traición. Abel traicionó a Caín. Mi hermano me mandó a la residencia.
Yo quisiera ser negro como Obama.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Asombroso. No se puede escribir con más plasticidad ni cargar de más emoción unas líneas. Pocas veces había leído un poema que me dejase tan desarmado. Me ha hecho llorar. Tiene que ganar.