¡Que se te queman los huevos!
¿Llaman a la puerta?, preguntó Felicidad a grito pelado. No lo sé, estoy friendo los huevos y tengo el extractor en marcha, contestó Pancracio; y, mientras se acercaba a la puerta de la cocina secándose las manos con un paño, añadió: ¡pero coño! si estás tú más cerca de la puerta, ¿por qué me preguntas? Es que estaba con los cascos puestos escuchando los comentarios del video de la boda de Rufina, contestó Feli de camino a otear el rellano de la escalera por la mirilla.
Es la cartera, ¿qué hago?, preguntó a voz en grito tras la puerta, porque aún llevaba los cascos puestos. Pues que has de hacer, lo que se hace en estos casos, ¡abrir, coño, abrir!, la contestó Pan desde el fondo del pasillo, y añadió: y quítate esos putos cascos de una pajolera vez.
Antes de que Pan hubiera vuelto a tomar el control de los huevos, Feli corriendo tras él le requirió para que se volviese a firmar el resguardo, ya que el paquete venía a su nombre.
Entre la incertidumbre del inesperado paquete que venía de un pueblo de la provincia de Huelva, él era gallego y ella maña, y la buena planta de la cartera, bastante mejor que la de su sufrida Feli, se entretuvo lo suficiente para que la sartén saliese ardiendo. La distraída Feli, ni corta ni perezosa, intentó sofocarlo vaciando en la sartén una jarra de agua. El piso, que era alquilado, no salió ardiendo de milagro, gracias al paño que aún Pan llevaba encima, esta vez sobre el hombro izquierdo.
Después de limpiar la cocina y consolar a Feli, que por fin había aprendido que el pasotismo tiene un límite, Pan se le habían ido las ganas de cenar, así es que se untaron unas rebanadas de pan con sobrasada, algo de fruta, un vaso de leche y a dormir, que al día siguiente había que madrugar.
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1 comentario:
Buen humor, buen cuadro, pero parece que al final el autor se cansó de la pareja y los castiga.
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