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El primero de los últimos días

La mañana en que Artemio sumó otro año a sus ya cansados setenta y nueve, no fue una más. Era una decisión difícil: no la de morir, sino la de tener que recordar su detestable vida en un instante, en ese último minuto final, en ese túnel de instantáneas del que no se puede volver una vez adentro.


Iba a cepillarse los dientes, cuando recordó que no le quedaban besos para dar. Afeitarse iba a robarle el poco tiempo que le quedaba. Y cuando quiso peinarse, descubrió que ya no tenía qué. Se sentó en el piso helado del baño, sin reflexionar si ése era un lugar decoroso para morir. Sólo tenía que esperar. Algunas lágrimas inundadas de nostalgia le indicaron que su plan estaba funcionando. Traspiró hasta que el piso se volvió cálido. Ahora se sentía bien: morirse no era tan difícil después de todo. Sólo dudó cuando sintió que el corazón le estallaba en pedazos. Entonces quiso protegerse pero ya era demasiado tarde. No quedaba nada por hacer. Se relajó y como si fuese a ver su película preferida, cerró los ojos para soportar los inevitables recuerdos de su vida.

Cuando su corazón empezó a latir más rápido, se dio cuenta de que esa vida no era la suya. Sólo podía distinguir una imagen. Apenas un recuerdo. Pero el recuerdo que estaba viendo no podía ser de él. No era el recuerdo de alguien que había sufrido setenta y nueve años. No le correspondía un recuerdo tan bello para una vida tan. Revolvió su pasado enterrándose hasta lo más hondo de sí mismo, y no encontró nada. Se lamentó, aunque no pudo llorar. Quiso morirse igual, pero su muerte era saber que tenía que vivir otra vez. Y tenía que hacerlo toda una vida,
para buscar todos y cada uno de los recuerdos, y detenerse especialmente en esos pocos que lo habían llevado a tomar la absurda decisión de dejarse morir.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, los recuerdos mal seleccionados nos matan. Merecen el castigo de otra vida los que estropean la suya con amarguras que no son nada en la intensidad de la fiesta que es este mundo.

Anónimo dijo...

me gustó tu relato, parece usted alguien con buen humor...

Anónimo dijo...

bonito, impactante