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NO

No. No puedo verte. Pero tu olor se extiende a través del silencio, y lo percibo como un rumor indefinible hacia la noche, como un indistinto murmullo de arroyos o el aleteo de un colibrí. No puedo verte, pero el humo fabuloso de tu cabellera existe, existe en mí.
No tengo modo de ir hacia ti, no. No soy capaz de levantarme de este lugar, de dejar de ser esta rémora que soy y correr a tus brazos, enroscarme en tu cuello como un golpe de viento haciendo remolinos en el desierto blanco de tus hombros. Pero te miro y sueño. Viajo a través de alturas invisibles y eternas, escalo oscuridades en los picos más agrestes de mi geografía de aire. Mis manos dibujan caminos en un mundo volteado de revés, y te alcanzo. Sí, estoy aquí, quieto, encerrado en este cuerpo, pero te alcanzo.
No te oigo. No sé de qué color es el sonido de un grito, de un paso, de una caída de agua. Miro en torno y la tierra bajo mis pies es un secreto mudo, silenciado desde siempre. Y sin embargo, fantaseo con el ruido que deben dejar tus manos al batirse en el aire, y es casi como contemplar un estallido de estrellas deslizarse entre tus dedos, salpicando de luz, de fiesta, este mutismo agreste.
No tengo brazos con los que ofrecerte un ramo de rosas. Te ofrezco las que dibuja el rojo crepúsculo en el cielo. No tengo pies con los que buscarte a la carrera, hallarte bajo la sombra del ciprés. Pero yo soy como un bosque, y mi espíritu salta en cada rama y te busca entre el follaje. No tengo más que una negra noche en mis ojos, una pared de sombra. Pero te veo. Te veo. Te juro que te veo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me impactó.