309

LECTURAS


El común de sus amigos y conocidos vinieron a coincidir en el agotador interrogatorio policial en recordarlo como una persona introvertida, de espíritu quieto y natural soñador; sempiterno devorador de letra impresa. Quizá sea más bien por esta última causa -confiesan sus más allegados-, que en el punto y hora que oyó decir a alguno de ellos, que tal cantautor de moda -de apellido Guerra para más inri, dato este que a buen seguro pudo cegar aún más a nuestro pavo-, resultaba «la mar de abordable», todo fue uno venírsele al frescor de la memoria, con su miaja de nostalgia, las innúmeras novelas de don Emilio Salgari.
Con lo que desde luego nadie contó fue con que pudiera sacar una alabarda del siglo XVI comida por el robín del tiempo en plena calle Serrano, para ir en pos de aquel greñudo canario.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Perdón, no le entendí.