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Mortal

Desde antes de nacer fui diferente. Me desarrollé nueve meses en el vientre de una mujer. Fue un parto natural. Así ella lo deseó. Por dos semanas fuimos noticia en el inTerNeXt. Postearon decenas de millones de comentarios. Mi madre me contó que el consenso internéxtico fue de rechazo. El regresar al pasado no se perdona. Más si naciste de forma natural.
Ahora escasos niños son cultivados en grandes burbujas. Despiertan al mundo y saben todo lo que se necesita: conectarse, chatear, caminar... Por eso no fui a la escuela. Ya no existen. Mi madre apenas consiguió algunos libros, cuadernos y lápices. Con ellos me enseñó a leer, escribir y a contar. Para distraerme me acostumbré a llevar un libro siempre que salía. Tiempo después me dijo que siempre fui observado. Chateaban y posteaban sobre el fenómeno limitado que yo era. Incluso alguien fundó un grupo para extirparme del mundo y ganó millones de seguidores. El estar fuera de línea no se perdona. Más si tu cuerpo no tiene forma de conectarse.
Han pasado los años. Nunca dejaron de seguirme en tiempo real. Hasta que yo muera, mi madre se negará al suicidio para renacer en las virtualidades. Así lo han hecho todos. Es la única persona que falta. Me comentó que habrá un homenaje si alcanzo a cumplir cien años. Yo fui su sueño y su legado. También dijo que mi fin, en la aburrición del mundo virtual, es la mayor noticia. El morir no se perdona. Más cuando saben que están condenados a la inmortalidad.

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