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A mi semejante


Al final del día te veo en la calle,
la mirada que protege a tu mujer, tus hijos.
Hoy has vencido, recorres tranquilo,
el campo de batalla que es, será, cada jornada.
Un color, un sonido diferente, rompen la monotonía;
como si de la lejanía donde quedó tu gente,
llegase el pedido de un pasado, que no quiere, todavía, ser olvido.
Cómo decirte, cuando a tu lado indiferente paso,
que entiendo de desamparo, del desgarro
de quien deja pedazos de corazón por el camino.
Talvez un día me hables, semejante,
de tu mundo de antes, tu infancia, tu casa y su calle.
Me será familiar tu historia, despertará asombrada
de algún rincón de la memoria, la seña común que nos iguala
Veremos la nada que nos separa,
superadas distancias, la línea arbitraria trazada en el mapa.
La diferencia en la palabra será amalgama en el crisol,
para un nuevo color en la tierra adoptada.
Donde hoy juegan nuestros hijos, conjugando en mil dialectos
presente y futuro perfectos, los tiempos del verbo amigo.
Ignorando a quien, por defecto, teme ver en lo distinto,
al fantasma de un espejo que solo habita en sí mismo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La unidad en la diversidad.
todos, y cada uno de nosotros, somos gotas de agua del mismo océano.

Anónimo dijo...

me parece genial, porque además de plasmar de una forma extraordinaria el marco de la diversidad con el que todos los dias convivimos,hay armonia entre las palabras.

Anónimo dijo...

Me parece escrito de una manera muy tierna, ese es el amor y la ternura que el mundo de hoy echa en falta.