Demasiado tarde

Conchi
A mi madre se la llevó Virginia al Severo Ochoa. La acercó con el coche a las 11:30 de la mañana. Cuando ella quiso avisarme, a las 13:30, ya era demasiado tarde. Llamó al CAMF para que yo no me presentara en el hospital. Le dijo a la recepcionista: "Dile a la loca de mi hija que no se le ocurra moverse del centro, que me está viendo el traumatólogo, haciéndome una radiografía en el pie y ahora voy, que me torcí el tobillo al salir de casa esta mañana".
A las 12:30 yo le había pedido a Gerardo el móvil, que se estaba cargando, porque veía que mi madre no venía. En casa nadie cogía el teléfono y yo no pude aguantar más. Así fue que, a las 13:15 llamé a la hermana de mi padre, con la que no me llevo nada bien, y le dije que a mi madre le había pasado algo, que preguntase en el Severo Ochoa. Mi tía llamó al hospital, le dijeron que estaba en urgencias y allí que se presentó con sus tres hijos –Pablo, Alberto y Miguel Ángel. Mi madre salía cuando ellos entraban, pero no se vieron. Y al poco llegó por fin mi madre al centro, no eran todavía las 14:30.
Cuando mi tía y los primos, enterados del alta de mi madre, vinieron hasta aquí, Pablo, que es maquinista de la RENFE y tenía que irse a trabajar enseguida, por poco me descarrila. "La próxima vez, llamas cuando estés segura de que tu madre está muerta", decía. Y todo ocurrió porque mi tía me había notado angustiada al llamar. "¿Y cómo hay que estar, cuando te falla tu madre?", me defendía yo. Tengo que reconocer que mi madre nunca me ha fallado.

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