Lucero

Isa
Lucero era un caballo de pelo blanco, y hermosísimo. Pero no le cuidaban bien y estaba muy triste.
La niña que lo montaba, que era su dueña y se encargaba de que estuviese bien atendido, se había ido a un colegio, interna.
Lucero había quedado en manos de un cuidador que no le hacía ningún caso. Un día intentó montarlo y Lucero lo tiró. El cuidador se enfadó tanto que casi no le daba de comer.
La niña se había ido al colegio porque necesitaba de silla de ruedas para vivir y aquel colegio era especial para niños como ella. La niña se sentía sola sin su caballo, y Lucero también la echaba de menos.
Una noche, Lucero, muerto de hambre, se escapó de la cuadra y estuvo paciendo por los campos hasta el amanecer.
Cabalgó y cabalgó, y así llegó hasta el colegio donde estaba su dueña, por la que sentía un gran amor.
La niña, al ver al caballo allí, en la huerta de su colegio, casi echa a correr de la impresión. Empujó la silla hasta llegar a su lado y, con mucho esfuerzo, después de acariciar mucho a Lucero en el hocico y en la frente, se agarró firme a las crines y consiguió montar con la ayuda de su amigo, que sabía ayudarla a escalar a su grupa.
¡Qué alegría cabalgar sobre Lucero ! Qué distinta esta sensación de la frialdad de su silla de ruedas. ¡Corre, Lucero, corre más!, gritaba la niña entusiasmada.

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