Sentada del 13 de noviembre de 2008

LA VERGÜENZA
Conchi
Hay amigos inolvidables. Y generalmente lo son para vergüenza de los que los recordamos. Yo era vecina de Sultán, un perro poco original que no tenía pedigrí, pero que me lamía la mano cuando nos encontrábamos. Un día su dueño, que vive en el 3º A, lo abandonó de noche en una gasolinera. Él mismo me lo dijo cuando pregunté por Sultán una mañana. Lo que ocurrió después del abandono lo supe por casualidad, en casa de unos amigos. Sultán había intentado volver a la casa de su dueño, no podía concebir el abandono, pero le pilló un coche y acabó malherido en la cuneta. Fue allí donde lo encontraron mis amigos, que volvían de una fiesta. Ellos llevaron a Sultán al veterinario. Lo habían encontrado en el suelo medio muerto y sangrando por todos los lados, dando ladridos de dolor y queriéndose poner de pie para llegar a la casa de sus amos, los mismos que le habían abandonado en la gasolinera. El veterinario le trató las heridas tan profundas que tenía, pero Sultán se escapó y siguió su marcha hasta la casa de sus antiguos dueños. Caminó y caminó hasta llegar a su destino, desde Ocaña hasta Madrid. Una vez en nuestro portal, subió al tercero, y allí se pasó la noche arañando la puerta y ladrando para que le abrieran, pero sus dueños pasaron de él. A la mañana siguiente, al salir de casa, yo lo vi, estaba muerto. Sultán había muerto de pena y de hambre a la puerta de su amo. Pero allí estaba, sin embargo, fiel, para vergüenza de todos.










ILUMINACIONES
Iñaki



Charcos que se llenan de vergüenza,
agua del cielo
que maltrata el pensamiento.

Mujer que no reparas en mí,
tendrás mi cariño
cuando tu voz me llame.

Por qué sentir,
por qué pensar,
por qué saber,
por qué hablar,
por qué seguir equivocándome,
¿pero es que también me equivoco
al escribir?

La fuente mana amor,
la fuente mana vida:
poco cuesta sentir,
lo que cuesta es amar.

Ignorancia y sabiduría,
todo a una carta,
vida y muerte,
el círculo se completa.

Tiempo de querer,
tiempo de emociones y ternura
y alguna lágrima:
a ella la quería.

Cómo agarraría a una mujer,
cómo querría,
cómo me equivocaría,
cómo lo evitaría:
¿en el silencio?

Dejaré de gritar,
dejaré de joder,
dejaré de pensar,
joder, cómo gritas
cuando te joden:
me tendré que morir.


DOMINGO DE RAMOS
Rosa y adredista 0
Estaban un cura, un neoliberal y un libertino discutiendo, como siempre. Como era Domingo de Ramos, el cura tiraba del ejemplo de la pollina que usó el maestro para presentarse en Jerusalén.
—Jesús prometió al dueño de la pollina que se la devolvería al término de la función, porque era pobre —explicaba el cura el evangelio de San Marcos.
Pero el neoliberal no estaba muy de acuerdo.
—La pollina valía más, después de su paseo por la historia con el maestro, que antes. Cualquier cristiano daría hoy una fortuna por un simple hueso del animal, cuanto más por uno de sus descendientes. Los apóstoles no devolvían la misma pollina al campesino. Le devolvían un tesoro. Por un buen negocio cualquiera se convierte y cree en dios.
El libertino también tenía algo que decir.
—¿Qué se paga hoy por un cañón del acorazado Potemkin? ¿O por el fusil de Durruti? ¿O por la mula que montara Mao en la Larga Marcha? Los precios los fija el mercado y el mercado nunca estuvo a favor de los insurrectos. Nada de eso se compra. Lo de Jesús entrando en Jerusalén y en el templo fue una insurrección. O sea, que esa pollina no pudo tener un buen final, como el mismo líder, crucificado al fin. Las reliquias son del caballo del papa. A aquel campesino, la revolución le pasó por encima.
Pero el cura continuó predicando:
—Del glorioso día nos quedan, sin embargo, los ramos de olivo —decía.
—Los ramos, las palmas y un considerable volumen de negocio —añadió el neoliberal. Y el libertino concluyó:
—Lo decís todo vosotros. A los fieles, sólo nos queda beber para ver el cielo.

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