Sentada del 19 de febrero de 2009

LA MUÑECA VIVA
Fonso
Muy cerca de Manchester, en el bosque de Headwind, en una pequeña cabaña de mal aspecto, vivía una mujer que bien puede decirse que era bruja, pues todavía hoy hace pócimas y hechizos. Había curado a mucha gente, y leía las cartas y las manos y adivinaba el futuro.
Esta mujer tenía una muñeca que conservaba como recuerdo de su infancia. Nunca había apreciado a esa muñeca, ni cuando era niña. Sin embargo, nunca se atrevió a desprenderse de ella. La hechizaba de tal manera su muñeca que llegó a pensar si no estaría viva. Algo tenía, desde luego, que la molestaba e intrigaba.
Un día acertó a pasar junto a la casa un futbolista, recién retirado del Manchester. Paseaba por el busque con su hija de nueve años, que vio por la ventana la muñeca pelirroja, con su falda negra tan fea y un chaleco, y se quedó prendada. La vieja apreció que la expresión de la muñeca había cambiado a más siniestra al ver a la niña y advirtió al padre de su inquietud.
Pero el padre estaba divorciado y no podía negar ningún capricho a su hija. La bruja terminó accediendo a vender la muñeca, un poco porque no la tenía ningún cariño y otro poco porque aquella niña era muy caprichosa y se merecía lo que la muñeca pudiera a hacerle. Además, necesitaba una bola de cristal para sus predicciones y el futbolista pagaría bien el antojo de la cría.
Y así fue, el padre pagó sin regatear lo que pidió la vieja y cogió por fin la muñeca en sus manos, pero de inmediato se la entregó a su hija. –Espero que sepas cuidarla, le dijo. Y no dijo más.
Por la tarde, ya en su casa, la niña jugaba a las enfermeras con su buena amiga Lesly y con la muñeca recién comprada, tan pelirroja y tan fea. A las dos les gustaba mucho y se reían de ella. Y se les hizo un poco tarde jugando. Empezaba a oscurecer, a Lesly le daba miedo ir sola a casa. Entonces Mery, que así se llamaba la hija del futbolista, le pidió a su padre que las acompañase hasta la casa de la amiguita, que no estaba lejos.
Aceptó el padre complacido. Pero la hija y su amiga, al llegar a la casa de esta, continuaron jugando a las muñecas. Lesly tenía una casita de muñecas muy cursi y allí querían que se instalase la fea muñeca de la falda negra. Los padres de Lesly y el padre de Mery se alarmaron cuando el silencio en la habitación de la niña se hizo muy prolongado.
Pero al abrir la puerta, descubrieron alarmados que las niñas no estaban. Lo único que allí había, entre los juguetes, era una horrible muñeca pelirroja, con falda negra y chaleco, que miraba, sentada en el suelo de la habitación y con una sonrisa muy alegre en su siniestro rostro, cómo dos muñequitas diminutas, en un rincón que sólo ella podía ver, se desgañitaban y agitaban los brazos para llamar la atención de sus padres. Pero lo adultos estaban muy preocupados para reparar en muñecas, ahora que sus hijas habían desaparecido.



LA NEVADA
Laura y Adredista 1
Cuando me levanto y veo los árboles que tengo frente a mi ventana, agradezco a la naturaleza el retazo de parque que puedo disfrutar a diario. Me gusta ser respetuosa con todo lo que me rodea. Sé cuánto vale estar rodeada de árboles. A mí me transmiten tranquilidad. Pero hace unos pocos días, desde mi habitación, y calentita, disfruté también de la nevada. Viendo como caían lentos y grandes copos me acordé de Laura. Laura es la joven que me cuida y me saca de paseo. Por fortuna para mí, Laura es una chica es muy agradable; tiene dos hijos, un niño y una niña. La niña se llama Karina y es la pequeñina, y le gusta subirse en mi silla. El día de la nevada su madre venía sin paraguas. Me confesó que necesitaba ya sentir la caricia de la nieve en su cara. Laura es rumana y me cuenta que en su tierra nieva mucho y que tenía nostalgia de la nieve de su país. Ya hace catorce años que está con nosotros, aquí. Para ella la nieve de ese día fue doble delicia porque, además de la belleza de los copos cayendo lentamente, como si no quisieran aterrizar nunca, le devolvía el calor, o mejor, la energía de los recuerdos de su infancia. Contándome las intensas nevadas de su tierra, sus ojos se pusieron tristes y yo pensé que era por la añoranza. Pero ella me contó que la pena que sentía era porque, delante de la casita donde nació, habían talado todos los árboles para construir las pistas de un aeropuerto. Y ahora la nieve de su infancia no se podrá repetir. No se repetirá su belleza posada en las grandes copas de los inmensos árboles de su tierra.




EL BARCO
Rosa y Adredista 0
Soñaba que escribía de mi mano ese sueño que me acompaña desde que era niña, sobre todo durante las temporadas de mi vida que me siento más sola, como hoy. Y escribía que estaba soñando un barco que, en vez de navegar los mares, volaba y me llevaba a otro mundo. Yo corría por la cubierta del barco. Era la niña y saltaba y saludaba a todos. Todos eran personas mayores, yo era la única niña. Entre aquellos viajeros estaba mi madre, como si la estuviera viendo, que hoy cumple noventa años. Mi hermano también era una persona mayor y llevaba la sopa a mi madre, que se mareaba mucho, pon el vuelo tan loco del barco. En realidad, aquel barco era uno de esos barcos fantasma españoles, de esos veleros perdidos que todavía hoy persisten en las pesadillas de los marineros del mundo entero. Por la borda se veía el azul del aire y las nubes blancas, azul encima del barco y azul debajo del barco, el azul de las aguas lejanas. Era un barco rodeado de azul y yo estaba rodeada de adultos. Cuando desperté por fin, el sueño ya estaba escrito sobre la pared de mi habitación, entre las fotos de mi familia. Y ahora no sé si escribí de ese barco porque lo estaba soñando o había soñado el barco otra vez porque lo tengo escrito en la pared de mi habitación. Ayer no estaba ahí. Pero el verdadero misterio de mi sueño es que yo hace mucho que no puedo escribir, pues mis manos no me obedecen, como no me obedecen mis piernas.

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