Sentada del 3 de septiembre de 2009

UN INÚTIL
Conchi
Paqui estaba limpiando al hámster y se descuidó. Dejó la puesta abierta un momento y el ratón se escapó sigilosamente. Paqui llamaba Jefazo a su hámster y empezó a buscarlo por toda la casa. Primero miró por la cocina y luego por todas las habitaciones, pero el Jefazo había desaparecido. Salió al corral y miró entre las plantas que crecían cerca de la puerta. Tampoco allí encontró a Jefazo. Paqui tenía un gran disgusto, pero Jefazo estaba en la gloria. Su olfato le había llevado hasta el territorio de una ratona que no estaba lejos. La ratona se quedó prendada de Jefazo, tan elegante, tan gordo, tan culto, tan ojazos. En un pispas se quedó preñada la Churri, que así llamaba Jefazo a su novia. Churri parió muy pronto, mucho antes de lo que él hubiera deseado, y Jefazo tuvo que ponerse a trabajar. Como nunca lo había hecho, se colocó en un quiosco de la ONCE, recogiendo los cupones que encontraba tirados en el suelo, el ciego no le veía. La mala suerte hizo que el alguacil, como ocurre con todos los alguaciles, prohibiera al ciego tirar los cupones al suelo, con lo cual la familia de Jefazo se quedó sin sustento. Se lo dijo a los demás ratones, que le contestaron que se buscara la vida y no fuera tan inútil. Ocurrió que el alguacil prohibió también tirar todos los desperdicios a la calle, con lo cual otras muchas familias de ratones supieron lo que era el hambre. Los más avispados empezaron a visitar los cubos de la basura, pero llegaba el camión y se los llevaba al basurero y las familias se dividían con esta emigración, si los aventureros no morían antes aplastados con las cuchillas. Peligraba la colonia, y de qué manera. Fue cuando Jefazo, a pesar de no haber sido ayudado cuando se quedó sin provisiones su familia, informó a la asamblea de ratones que su antigua ama Paqui tenía una despensa bien surtida, y sin gato. Entre tanto, el alguacil ya había sembrado el pueblo de matarratas. La colonia de ratones se salvó de milagro, gracias a Jefazo y su Churri, refugiándose en el escondite debajo de la despensa de Paqui, a donde ellos dos les habían guiado a todos. Y allí comían de todo, pero aprendieron a hacerlo con moderación para no levantar sospechas. Es la virtud que ha permitido a los ratones sobrevivir hasta la fecha.



MI PASIÓN
MaryMar y adredista 7
Cuando estoy en la siesta, estoy deseando que lleguen las cinco. Primero bajo a merendar y después voy al gimnasio. Lo importante es el gimnasio. Allí no sólo hago bicicleta. El fisio, que se llama César, me lleva caminando hasta el comedor. Yo le cojo del cuello y él a mi de la cadera, como si fuéramos a bailar. En realidad está enseñándome a andar con el andador y él hace de andador, que así voy más sujeta.
Cuando era niña soñaba con llegar a aprender a coser vestidos, repasar botones y poner cremalleras en una máquina de coser. Ahora, mi gran sueño es conseguir caminar incluso sin ningún andador. Sobre todo que me vea mi familia caminando sola. Y
bailar delante de mis compañeros de residencia, de familiares y amigos. Sobre todo delante de mis padres.
Aunque vivo en mi silla de ruedas, con la ayuda del fisio ya puedo prescindir de ella por unas horas. Suelo ir al gimnasio de lunes a viernes, desde las seis de la tarde hasta las siete y media. Allí, siempre ayudada por el preparador, pedaleo un rato. Luego balanceo los brazos como si fuera un molinillo. Cuando el fisio termina con otras compañeras, me lleva caminando hasta el comedor, sin la silla de ruedas. De esta forma voy trabajando mi cuerpo.
Tengo que conseguir moverlo al ritmo de una música, hasta lograr realizar un baile sobre un escenario, para que el público me vea. Esta es mi gran pasión, conseguir bailar, y para ello me esfuerzo. Pero antes, tengo que conseguir caminar de pie, por el suelo, yo solita. Y mandar la silla eléctrica a tomar por culo, pues estoy de ella hasta la coronilla.



DOÑA SONRISA
Laura y adredista 1
Afortunada de mí que tengo este Taller de Escritura, donde me exprimo a tope. Hoy, a su hora, vino Gerardo a buscarme a la peluquería, que estaba arreglándome las uñas porque soy muy coqueta. Una quiere estar siempre bien a la vista de los que me rodean.
Es una suerte vivir aquí y tener este taller. Me llena de ánimo a pesar de la esclerosis, por estar rodeada de tanta belleza. Así voy pasando el tiempo, año tras año, llenándome mi vida de las pequeñas cosas que recibo de las personas y de la naturaleza.
“Ya llegó Doña Sonrisa”, dicen algunos al saludarme. Porque es verdad, porque ante las caras serias de la gente que me encuentro siempre muestro mi mejor sonrisa. Y ellos se van alegrando poco a poco de mis atenciones, aunque algunos tienen una cara que... no es posible.
En los paseos de las tardes con mi amiga Laura, también me lleno de los pequeños detalles que me brinda la calle. Un jardinero endereza un pequeño pino con una guía para que crezca derecho y yo ya lo veo un gran árbol con la copa frondosa y ya los pájaros han hecho en él sus nidos. Es primavera y miro cómo van brotando las pequeñas flores y ya me imagino toda la pradera del parque como una alegre alfombra de distintos colores.
Una brisa de aire suave me está diciendo que no cierre los ojos y que observe todas las pequeñas cosas, las más insignificantes, que son la base de la vida.

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