Una culada

Isabel
En el piso de Las Pedroñeras, mi hermano y yo estábamos jugando a las canicas, esas canicas de cristal, cada una de un color. Las empujábamos contra la puerta roja de escai. No teníamos reglas en el juego, las tirábamos y el juego consistía en combinar los colores y reír. Las canicas iban y venían haciendo unas composiciones muy artísticas. Cada vez las tirábamos con mas fuerza. Mi hermano y yo nos reíamos tanto. Las canicas son pura alegría, sus colores, sus volúmenes. Mi madre quería limpiar y nos echó a la calle. Mi casa de Las Pedroñeras media cincuenta metros cuadrados o algo más. Tenia tres habitaciones muy pequeñas, un cuarto de baño aún más pequeño, una cocina algo más grande y muy bien amueblada. El pasillo a mí me parecía larguísimo y el salón, muy grande. Mi madre lo estaba barriendo con un cepillo y quería pasarle la fregona, y después, la mopa, que cuando la pasaba salía un brillo del terrazo que parecía que le había dado cera, y no era así, pero brillaba mucho. El piso tenia dos terrazas. Y luego estaba la puerta de la calle, que es por donde nos fuimos, después de que mi hermano guardase las canicas en una bolsa. En la calle nos encontramos al señor Lorenzo. La calle Las Pedroñeras estaba cerrada al tráfico, solo había rosas, césped, aligustre, sauces, plátanos, olmos. Todo lo cuidaba el señor Lorenzo, que era el jardinero. Era un buen hombre que jugaba con nosotros, con los niños. En verano nos mojaba con la manguera de regar. Los chicos y las chicas salíamos corriendo, pero a Gabi siempre le mojaba con la manguera. Gabi siempre desafiaba al señor Lorenzo con su silla de ruedas. –Aquí no llega tu manguera, gritaba. Pero siempre llegaba antes de que Gabi pudiese poner tierra por medio y terminaba empapado. Eso era en verano, con el calor. Ahora estábamos en invierno. El señor Lorenzo estaba podando y nos dejaba jugar con los palos que cortaba. La espada de Gabi era la más afilada, la más loca, una rama de chopo larga como un misil. Gabi siempre está tarareando musica heavy, es lo que más le gusta después de jugar con el señor Lorenzo. Yo estaba por Gabi, pero Gabi sólo hacía caso a su armónica y a su silla de ruedas. La mujer del señor Lorenzo cumple los años el mismo día que mi madre y tiene un hijo electricista, que es muy malo trabajando porque bebe mucho vino. Siempre le sobra algún cable cuando arregla un timbre, ningún timbre de la escalera suena ya. Debe de ser porque le molestan los timbrazos cuando está resacoso. El día estaba muy frío y nosotros corríamos con las espadas en la mano para no helarnos del todo. Pero de pronto empezó a nevar y nos quedamos mirando como bobos. La nevada fue tremenda. A lo lejos vi a mi padre, que volvía a casa, y se lo indiqué a mi hermano. Venía por la cuesta arriba y, de pronto, el pobre se escurrió, cayéndose de culo. Se quería levantar, ponía una mano en la nieve, pero se volvía a caer de culo. Se resbaló muchas veces, hasta que se dio la vuelta en el suelo rebozándose bien con la nieve, apoyó las dos manos y, así, de cara, consiguió levantarse. El dolor en las nalgas fue tremendo, le salieron cardenales en el culo. No se pudo mover en tres días. Mi madre tuvo que ir a su médico por la baja. Nunca olvidaré aquella nevada y aquel día, la culada de mi padre.

No hay comentarios: