Sentada del 19 de noviembre de 2009

FÉRTILES VACACIONES
Isa
Con cinco años fui dos veces a Santander, a una pensión, con toda mi familia. Era verano y el agua del mar estaba muy fría. Íbamos de vacaciones desde Madrid. Mi padre me llevaba al practicante a las cinco de la tarde y siempre me decía, porque había una tienda de animales con escaparate cerca de la consulta : "Si no lloras, te compro el animal que más te guste".
Llegamos un día al practicante, me pinchó y no lloré. Cuando volvimos a pasar por la tienda, mi padre se hizo el tonto, pero yo se lo recordé : "Papá, ¿no me dijiste que me ibas a comprar un animal ?" -"Sí", me tuvo que reconocer. Me gustó un ratón blanco que estaba dentro de una jaula de madera, y le dije : "Quiero ese". Me lo compró y nos fuimos con la jaula a la pensión.
Abrió la puerta mi hermano pequeño, que tenía tres años, y me preguntó qué llevaba escondido a la espalda. Le contesté que no llevaba nada y él se echó a llorar. Entonces le enseñé la jaula y el enano, envidioso, le pidió a mi padre que fuese a comprar otro para él.
Mi padre terminó yendo por otro ratón y ahora teníamos una jaula cada uno. Mientras estuvimos allí no había problemas. Pero las vacaciones se terminaban y un viaje con dos jaulas era demasiado equipaje. Los ratones tuvieron que apretarse un poco.
Mi madre había tirado las jaulas y, cuando llegamos a Madrid, los metió en un cubo grande, azul, y aquella era la casa de los ratones. Al mes aquel cubo estaba lleno de ratones. Lo nuevos tenían un color muy feo, como de carne oscura, y los ojos no los abrían. Pero a los quince días ya tenían pelo blanco. Mi madre se ocupaba de dar de comer a toda aquella tribu, que no paraba de crecer en número. Aquellos ratones parían todavía más que los conejos, parían muchísimo.
Hasta que mi madre se hartó y le dijo a mi padre que se llevase aquel rebaño al laboratorio donde trabajaba, que allí podrían ser más útiles a los científicos para sus experimentos. Y este fue el final de mi familia de ratones y el verdadero final de mis vacaciones. Nunca tuve vacaciones más fértiles.



LUZ
Rosa
Leer es mi pasión. La lectura es para mí fundamental. Tengo una enfermedad que ojalá nunca me hubiese visitado. ¡Cómo me gustaría también no tener enfermedades! La realidad es que soy una enferma múltiple. Si no me lo impidieran estas enfermedades leería todavía más y mejor. La lectura me descubre mundos desconocidos y emociones que nunca antes había experimentado. Por cada libro que leo experimento cosas que ni imaginar puedo que pudieran pasarme. La lectura me proporciona los horizontes que me niega mi silla de ruedas. A mí me da miedo la oscuridad, todas las oscuridades, y con la lectura ilumino mi vida. Pero además, mientras leo, en mi habitación permanece encendida la luz, que mantiene a raya a los monstruos de las tinieblas. Me paso horas leyendo. No puedo leer durante toda la noche porque me canso, pero confieso que leo todos los días. Todos los malos de la literatura me dan miedo. En los libros te topas con muchos ladrones. En la novela Capitán de navío abundan especialmente. Aunque yo sé que los ladrones de la literatura no me van a robar, también los tengo respeto. En el fondo, todos los ladrones me asustan, estoy indefensa ante ellos. Nunca he tenido ataques epilépticos mientras leo. Leer me relaja mucho, es un ansiolítico para mí. Lo que más temo en la vida son los ataques epilépticos que están destrozándome. Eso y desmayarme y caerme de la silla. La lectura me protege.









A FEDERICO GARCÍA LORCA
José Luis



Federico:
permite que un pobre poeta
como yo
te recuerde y te llore.
Te tocó vivir
en los tiempos difíciles
y no te equivocaste,
así me enseñas a vivir
mis peores momentos
en esta silla de ruedas.
Fue por defender la libertad
que te mataron,
los que te mataron
no eran hombres,
te quitaron la vida las sombras,
que aún persisten,
del mal, de la historia.
Tú ya ni los recuerdas,
Federico,
a los monstruos que te fusilaron:
desde la cuneta
nos gritas a nosotros.


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