Sentada del 16 de junio de 2011

LA VACA EN BRAZOS
MaryMar y adredista 7
María era una cuidadora más pesada que una vaca en brazos. Asistió a todos los compañeros de la residencia, la conocíamos bien. Es de mediana edad, alegre y rellenita. Mientras atendía a los compañeros le gustaba cantar flamenco. Incluso cogía a alguno y bailaba con él.
Pero a María le encantan los crucigramas y los juegos de letras, como a mí. A veces llamaba algún residente solicitando sus servicios, pero ella estaba enfrascada con sus juegos y hacía como que no oía.
Un día la llamó el Director a su despacho y le leyó la cartilla. Le echó en cara su comportamiento y amenazó con despedirla si volvía a ocurrir otra vez que dejaba desatendido a algún compañero.
María quiere hacerle caso, pero los juegos la llamaban a gritos, sus deseos se llenaban de letras gritando algún orden urgente para ellas, no lo podía evitar. Cogió la costumbre de encerrarse en una habitación vacía, lejos de miradas indiscretas, y allí resolvía sopas de letras a sus anchas.
Hasta que un día se acercó hasta allí otra cuidadora y la descubrió. Esta se lo chiva al director, que despide a María.
María, de todas formas, vivía contenta, ya que podía jugar durante las veinticuatro horas del día.
El problema es que no tenía dinero para comprar los cuadernillos de Pasatiempos. Y no se le ocurrió otra cosa que ir un día hasta el quiosco de la esquina y robar un montón de ellos. El quiosquero que la vio, salió corriendo detrás de ella al grito clásico y cómico de “¡ Al ladrón, al ladrón!”. Empezó a salir gente de todos los rincones, cogieron a la María y el juez, un hombre cabal, que ya es raro entre los jueces, le puso como castigo dedicar una hora diaria a jugar a los crucigramas con los hijo de los vecinos.
Y María por fin es feliz. No tiene dinero para comer, pero tiene garantizados todos los cuadernos de Pasatiempos que quiere.


LA NÁUSEA
Laura y adredista 1
En las afueras de la gran ciudad, allí donde ya no hay edificios de mediana altura, y menos de grande, entre los montículos de escombros han levantado una caseta y en ella viven Román y su destartalada familia.
Como si fuera un miembro más de esta familia un poco mugrienta, vive con ellos un gato grisáceo, no se sabe si es así de nacimiento o tiene ese aspecto porque jamás lo han lavado; merodea por los alrededores y su aspecto asqueroso no desentona con el de la familia en general.
Román es el que manda sobre su tribu, pero manda por mandar, sin un objetivo. Tiene puesta siempre la misma camisa sucia, por un trocito del cuello se adivina que fue de color blanco. Su pantalón está mal remendado, pues la parienta le ha malcosido telas distintas a las del original, probablemente de otros pantalones viejos. Y calza botas de cuero muy gastadas.
Nada más verlo produce cierto asco, pero según te acercas a él el asco aumenta por culpa del mal olor que despide por su falta de higiene. Tiene el pelo grisáceo, como el gato y toda la familia, se lo protege con una gorra de tela que ya no es negra, y su barba exagerada es desigual y blanquecina.
Sus ojos parecen entristecidos, miran constantemente hacia abajo, es como una señal de que no vive contento con su situación. Le cuesta hablar y no se le entiende bien porque mezcla palabras en castellano con un idioma indescifrable, por mucho que le obligues a repetirlas siguen siendo desconocidas. Sus manos están muy sucias y se las pasa constantemente por la cara y la nariz, lo cual produce una gran repugnancia en quien lo observa.
Todo esto no sería tan nauseabundo si tuviese un objetivo, pero Román no espera nada de la vida, no tiene camino que recorrer. Lo que es mandar, él manda, es el jefe, pero no sabe para qué. Y son todos infelices, hasta el gato, o hasta que alguien sueñe otro destino para ellos y se lo sepa decir.



VERANO EN ALGÜERA
Víctor y adredista 0
Para qué vamos a engañarnos: lo más guay para un cojo es el verano. Los días son calientes y sobra de todo, ropa y alimentos. En verano se vive con un poco de gazpacho y agua, puedes beber y no te meas, y además no te tienes que vestir, con lo pesado que es eso. Ni te vistes tú ni se viste la vecina, que en verano todo cristo vive en pelotas y eso siempre es un placer estético. Además, que el sol despierta los sentidos y la vida es excitante minuto a minuto. Y no llueve, pero si llueve hasta se agradece.
El calor es lo más hermoso que te ofrece la vida. El bullicio del verano es en realidad ese hervor que le sol le mete a los culos y a los cerebros del personal y que tanto se hecha de menos en días más aburridos.
En Algüera nos juntamos en verano todos los que nos habíamos ido en invierno. Es vernos y comenzamos a reírnos por continuar estando vivos. El sol nos ha convocado a todos, pero es cuando se esconde cada día, cuando ha oscurecido ya, cuando nos juntamos en el parque a comer pipas y a refrescarnos en la fuente. Cuando el agua moja las camisetas de las chicas, el algodón se pone mimoso y abraza sus pechos con tanta ternura que tiemblan de placer. Yo es que en estas noches de verano en el parque es cuando más engordo el ojo. Me dan las dos y las tres y no encuentro el momento para volver a casa.
El parque me ofrece la compañía y la bulla de los cuerpos, pero también la promesa de otro día. Hay noches que me las paso esperando las primeras luces del alba. No tengo recuerdos más bellos que los amaneceres del verano, bien en el parque, bien camino de Badajoz, durante una temporada que iba hasta allí a vender el cupón de la ONCE rodeado todo el camino de pájaros que escandalizan como grillos, pues los pájaros del amanecer son los que silencian a esos grillos de la noche profunda. Yo viajaba tranquilo, casi abandonado al placer de la contemplación, fijos mis ojos y toda mi atención en ese temblor de la luz que va rompiendo los espejos de la noche hasta hacerlos añicos justo cuando comienzan a cantar los primeros gallos.Entonces es cuando el océano del alba es traspasado por los primeros rayos del sol y otra vez que el aire es ligero y otra vez el día y otra ves el verano y otra vez yo, que soy feliz.

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