Sentada del 12 de abril de 2012

ESPECIMEN
Estrella
Se llama Juan y es tal espécimen humano que hay que echarle de comer aparte.
Esta mañana, cuando sonó el despertador, lo apagó dándole un manotazo y maldiciendo: “¡Joder! ¡Joder! ¡Otro día que hay que trabajar! ¡Menuda mierda!” Se dirige hacia el baño para asearse, y al mirarse al espejo exclama: “¡Vaya engaño de crema rejuvenecedora de efecto lifting que me di anoche! ¡Si cada día me veo más cara de pasa!”
Se dispone a lavarse los dientes con un cepillo eléctrico que le ha regalado su hermana Petri con motivo de su cuarenta cumpleaños. Le pone la pasta y, al darle al botón, esta sale disparada contra el espejo. Y Juan maldice: “¡Menuda mierda de invento de pacotilla!” Se sube sobre la báscula y la manecilla se dispara hasta los seis más de los ochenta que ya tenía a pesar de no medir más de uno sesenta.
Juan vive en una décima planta y entra en el ascensor para bajar al garaje y coger el coche para irse a trabajar, con tan mala suerte que en la séptima planta se avería. Le da al botón de alarma y la espera para que venga el portero a rescatarle se le hace eterna. Le empiezan a sudar las manos y a faltarle el aire. Por fin es rescatado, pero en vez de dar las gracias al que se ha molestado, le recrimina por su tardanza.
Coge el vehículo y, por las prisas, al dar marcha atrás le da al coche de su vecino, el cual está dentro leyendo el periódico y esperando que su señora acabe de pintarse. El vecino sale del coche para ver los daños y Juan, en vez de disculparse, le dice que no es para tanto y que se quite de en medio porque él tiene mucha prisa.
Sale del garaje y, cuando lleva un rato conduciendo, ve que hay un gran atasco por delante. Y empieza a desesperarse porque sabe que no va a llegar a tiempo a su trabajo. Cuando el tráfico empieza a normalizarle sale disparado y se salta el primer semáforo que se encuentra. Como sigue a toda leche, casi pilla al policía que le ha dado el alto para la multa.
Pero Juan no está dispuesto a reconocer su falta. Le dice al policía que no paga y que le lleve a juicio si le viene en gana.
El caso es que el resto del día tampoco le fue mejor y que sus días se parecen demasiado unos a otros, no hay mucho más que contar.




DESPEDIDA
Conchi
Ha venido Laura a despedirse de mí. Le ha salido trabajo en Budapest y se va con dos amigos, Nano y Manuel, para montar entre los tres una empresa de informática, que a Laura se le da muy bien.
Me da mucha pena que se vaya porque no la voy a volver a ver. No tendré más remedio que escribir correos para comunicarme con ella y saber de su vida.
Ahora no me gustan tanto los ordenadores como antes, que me manejaba mejor. Prefiero que otra persona escriba por mí, que soy muy lenta. Pero en la sala de Internet, Gerardo ya se ocupa de demasiada gente como para pedirle ayuda. Y mi madre no quiere ir por allí, pues ocuparía un ordenador y teme que algún residente la eche la bronca, que aquí somos malos como Caín…
Que sepa la directora, aquí se lo digo, que necesitamos Internet en las habitaciones. Así mi madre se conectaría desde mi ordenador y, con la excusa de que ella aprende, la convencería para que me escribiese los e-mails para Laura, que esta es mi preocupación ahora mismo, lo habréis notado.
Lo que más voy a echar de menos son las risas que nos echábamos juntas y la compañía que me hacía los lunes por la mañana. Yo le he dicho a Laura que voy a dejar el taller porque sin ella ya no me llenará como antes.
Pero ella me ha dicho que se enfadaría mucho y que me daría dos yoyas cuando viniera a verme algún día que pudiera. No le gusta ni oír hablar de que voy a dejar el taller de escritura creativa.
Yo, si pudiera, botaría de alegría, porque estoy segura de que las cosas le van a ir muy bien a mi amiga en Budapest.




REGALO SORPRESA
Laura y adredista 1
Todos los años Silvia espera con alegría el 17 de marzo. Es una adolescente muy capaz, pero tan pobre que sólo el día de su cumple recibe regalos. Este año estaba muy contenta, su amiga Elena le había prometido una agradable sorpresa. Se lo había prometido riendo y Silvia se ilusionó. Estaba tan emocionada que no conciliaba el sueño, la curiosidad y el deseo se habían convertido en una pesadilla.
¿Qué sorpresa me tendrá reservada mi amiga Elena?, pensaba. Quizás unos pantalones cortos para la primavera que se avecina… Quizás aquella figura de una madre con niño en sus brazos, que la vimos juntas una tarde gastada en pasear por la ciudad: destacaba en el centro del escaparate por su sencillez y cometí la imprudencia de expresar en voz alta cómo me gustaba esa figurita. Estoy segura que, después del paseo, mi amiga se volvió sola para comprarla y darme así una grata sorpresa.
El día 17 de marzo Silvia se despertó más pronto que nunca, con la esperanza de ver a su amiga Elena. Vendría con el bolso de siempre. Y dentro de él, el ansiado regalo.
Era la media mañana cuando sonó el timbre de la puerta con el toque típico de su amiga. A Silvia se le aceleró el corazón. En efecto, Elena entraba contenta con un envoltorio bajo el brazo que encajaba con el tamaño de la soñada figura.
Después de un largo y fuerte abrazo de “felicidades”, recibe el regalo, que apenas acierta a desenvolver por la emoción. Rompe el envoltorio y, mitad susto, mitad desilusión, aparece una fea bruja pirula.

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