Isabel
El
calor de este mes de agosto va ser muy bochornoso, con lluvias que
suceden a tormentas, y rayos muy fuertes y truenos tan secos que las
casas temblarán mucho, como si fueran terremotos sísmicos. No
quisiera vivir esto, ¡me moriría de terror!
No,
no quiero, me moriría de miedo y sería fatal para mi corazón,
herido de tantas emociones singulares y personales, demasiado
íntimas, que nadie conoce aunque todos sospecháis: mis amores
fugaces, traicionados por una taimada enemiga.
Yo
odio la soledad y me encanta la tranquilidad. Eso sí, rodeada de
muchos amigos de buena fe, como una manzana sana y dulce como la
miel. No quiero decir con esto que todo sea de color de rosa, ni
mucho menos, en el amor. Pero al principio así se vive, y no seré
yo quien tire la primera piedra y rompa el hechizo de una buena
amistad, nada peligrosa, puro sentimiento.
Aunque
a la larga se produzca una ruptura sentimental duradera y demasiado
catastrófica… Estas rupturas en agosto, con el calor, terminarán
tan mal como en un asesinato, que es a lo que iba, por el sofocante
calor: el hombre mata a su mujer disparándole en la sien, y el
hombre se suicidará, dándose un tiro en la boca y chorreándolo
todo de sangre a borbotones.
Y
esto sería solo un caso de violencia doméstica, similar a tantos
otros abundantes casos de agresiones y palizas, con un marido o
acompañante dándole patadas en el vientre a la mujer, y ella,
embarazada de este hombre insensato.
Éstos
son hombres a los que sólo vale la pena dar patadas, a éstos sí,
en sus partes. Y de buena gana lo harían esas mujeres maltratadas y
se quedarían muy a gusto.
Tanto
es así que, durante este agosto por venir, de calores sofocantes,
una víctima le pedirá a la jueza permiso (habiendo hablado antes
con una psiquiatra, que le aconsejará que hable con una abogada y
una educadora de calle de ese tema tan peliagudo), con pavor y mucho
susto por lo que quiere hacer, para hacerle lo que tenía que hacerle
al compañero.
La
jueza se interesa por el caso: “¿Qué cosa es esa tan
importante?”. Y la mujer responde: “Quisiera que castraran
inmediatamente el pito a mi compañero, por la mala vida que me ha
dado, que ya no le puedo soportar”. ¿Se refiere a los
testículos?”, interroga la jueza. “Me refiero a la polla. ¡Por
favor, emasculación de todo, señora jueza!”.
Ella,
la jueza, hace caso y sentencia: “Está bien, se lo concederé,
emasculación del miembro viril”. Y la mujer se echa a llorar de
emoción porque eso era lo que necesitaba: por fin sentirse libre de
penetraciones infundadas y afrontar de otro modo el sofocante calor
de agosto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario