Y
todos nosotros, todo el día por allí mirando y exhibiéndonos. La
condición era arrancar nuestros textos a partir de revolución,
una palabra que, curiosamente, remite en su etimología a la
escritura y a la lectura, a los pergaminos que se revolvebat,
o sea, se desenrollaban para poder escribirse o leerse. Lo mismo que
desarrollo, <de rota=rueda,
des-a-rodare=des-arrollar,
desenrollar> un concepto igualmente ligado a la Historia humana,
no ya por remitir a la escritura en su origen, sino también a esta
locura del crecimiento sin medida, pues nos ha arrollado
el desarrollo.
¿Por qué será que revolución, en el imaginario cultural dominante
es un concepto peligroso, y con desarrollo ocurre lo contrario, que
se considera algo deseable? O sea, lo que nos puede salvar del
desastre, la revolución, es rechazado, y lo que nos ha traído al
borde del precipicio, el desarrollo, es bueno. Es lo que tienen las
palabras, como hemos dicho tantas veces en el taller, que se llenan
de mierda en su uso por las sociedades que ponen en comunicación, o
mejor, por los dueños de las palabras, que son los dueños de todo.
Pues
de esto escribimos en el Matadero de Legazpi, un lugar al que , en
fin, nos llevó la constancia, el entusiasmo y la inteligencia de
Montse, nuestra asistente de escritura y de casi todo ya)
(Y
esto
escribió Rafita, otro adredista sobrevenido. Y como vais a
comprobar, escribió entusiasmadísimo sobre la revolución)
Rafita
¿Qué
emociones no siente cada persona con esta palabra tan amenazadora?
Y
yo me pregunto: ¿por qué la revolución me altera tanto mis otras
emociones, esas que me dan más claridad y luz, más salud a mi forma
de vivir?
Tengo
todo el poder del mundo para realizar mis ilusiones, pero pierdo el
tiempo llamando mucho la atención de los demás para que me
critiquen, o mejor, para que me aplaudan.
Yo
no sé quién soy todavía, pero me gustaría llegar a saber ¿de
dónde?, ¿hacia dónde?, y ¿para qué?
O
sea: ¿por qué siento ahora que estoy reencarnado?
¿Y
por qué me siento más revolucionario aquí?
¿Y
qué me estás diciendo tú, rebelde sin causa?
Y
lo más obsesivo: ¿por qué mi hijo me toca la fibra tanto?
¿Por
qué a mí me gusta más la Revolución de los Claveles de Portugal y
prefiero sentirme cada vez más libre y también cumplir con mis
responsabilidades bien, gracias a Dios?
En
una pared de Lisboa se leía: “Prefiero la pobreza al
aburrimiento”.
También
me pasa: ¿por qué me emociono tanto cuando veo tanta
discriminación?
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