Las pequeñas cosas


Isabel
A mí lo que más me gusta del diario vivir es el domingo de carnaval. Ese día para mí es estupendo, cuando me disfrazo, es una gozada. La última vez me vistieron de monja y me vi muy guapa. Además, en carnaval bebo alcohol, que lo tengo prohibido por la medicación, o sea, sangría, y me bebí dos vasos. Luego tuve dolor de cabeza, pero qué importa eso.
La verdad es que me lo paso bien en cualquier sitio, incluso con el punto de cruz, que no hay quien me eche del taller de Amparo. O en Escritura Creativa, rodeada de mis amigos los adredistas, que son muy juguetones.
O la amistad, que cuando yo estoy llorando porque la depresión me agarró y se me pone un nudo en la garganta, va un amigo, y solo por ser tu amigo, va y te habla para tranquilizarte. Cuando hay veces que no puedo llorar, el amigo te ayuda a hacerlo, porque es bueno llorar. Mi madre, por ejemplo, siempre me dice que llore cuando me ve así, que me desahogue. A mi madre ahora le duelen mucho las piernas, y yo la beso y la digo que la quiero. No sé lo que haré cuando ella me falte.
Mi hermano quiere mucho a mi madre, está muy aniñado. Y mi padre es igual que mi madre. Ahora mi padre también tiene depresión, y bien gorda. Cuando yo le beso se anima un poco, no puedo hacer más, no es mucho pero algo se alivia.
De todas formas, estoy esperando que llegue la primavera para, desde mi ventana, contar las flores del parque. Me puedo pasar horas, veces hay que cuento más de mil flores, esas mismas que liban las abejas para hacer su miel, la que tanto me gusta a mí. Y contar los capullos de los rosales. Cuando se llena el rosal de prietas rosas rojas es una gozada, para mis ojos sobre todo, que descansan de contar.
Me gusta especialmente contar las amapolas, tan iguales que parece el campo una alfombra roja y negra, como mis sueños anarquistas.
Otra flor que me gusta contar son los girasoles, para descansar un poco.

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