MINIATURAS
/ XLII
Iñaki
Una
alegría,
una
tristeza,
maravillas,
puta
melancolía.
Escondes
la rabia,
perpetúas
la rabia
y
la rabia destruye tu voluntad.
Pienso
lo
que escribo,
estoy
seguro.
Aquella
palabra bien dicha
no
era de nadie,
era
no más que una palabra.
No
hay cervezas
mal
bebidas,
hay
cervezas
mal
comprendidas.
En
el abismo de la soledad
se
escucha el silencio
de
las voces calladas,
se
escucha el abismo.
La
música de un amigo,
la
música de un corazón,
la
música del amigo con corazón.
Todo
sucede
porque
estamos todos…
y
para que suceda
me
llamo yo Iñaki
y
escribo aquí.
Sigo
qué,
no
sigo por qué,
por
qué,
porque
no sigo.
Carnavales,
tengo
carnavales,
vendo
carnavales,
nunca
existieron
otros
carnavales.
MIEDO
Conchi
Yo
tengo miedo cuando veo un coche cerca de mí, porque ya me pilló uno
y les tengo un poco de respeto. Yo estaba cruzando un paso de cebra y
una chica en un coche rojo empezó a dar marcha atrás buscando
aparcamiento, otra chica que iba en un coche blanco la pitó
avisándola de que yo estaba cruzando, pero la del coche rojo no se
dio cuenta hasta que me tuvo encima, y gracias que no me tiró de la
silla de ruedas. Me hizo un trompo la silla y me quiso llevar al
médico, pero yo no quise porque en realidad no me hizo nada, sólo
me desplazó un poco la silla.
Desde
entonces no salgo sola por la noche porque van los coches como locos,
aunque ya me voy atreviendo a salir un poco a la puerta, a verlos
pasar. Pero ese es mi miedo, los coches.
A
los camiones también les tengo miedo, porque a mi padre le dio un
trailer por detrás en la furgoneta. Iban mi padre y mi madre,
estaban parados en un semáforo y un poco más y los mata. Los
guardias civiles se los llevaron al hospital para que les hicieran
una radiografía de las cervicales.
Por
aquel entonces yo era medio pensionista en el CAMF de Leganés y mis
padres me tenían que recoger a las 5 y media de la tarde, que era mi
hora de salida. Ese día eran las 10 de la noche, no habían venido a
por mí y yo me empecé a preocupar. Porque mis padres no eran de
irse de juerga por ahí y dejarme en la residencia sin avisar.
Mi
madre por fin salió del hospital y vino en un taxi a recogerme. Me
contó que habían tenido un accidente y que a mi padre seguían
haciéndole pruebas porque le dolían las cervicales.
Nos
fuimos a casa en el mismo taxi. Mi padre, cuando terminaron con él,
se volvió loco buscando a mi madre en el hospital. Y cuando no la
encontró –ella jura que le había dicho que se iba por mí, pero
él dice que no la oyó– vino al CAMF a buscarnos a las dos.
Aquí
fue que el vigilante de noche le dijo que ya no estábamos, que nos
habíamos ido a casa. Y entonces él se volvió cabreado por haber
perdido el tiempo.
En
realidad, no es que tenga miedo a los camiones, a lo que tengo miedo
es a quedarme sola. El día que me falte mi madre yo me emborracho,
porque las penas con vino son menos, y después me muero de miedo.
LAS
DROGAS
Rosa
A
la humanidad le duele la cabeza. La gripe no es de ahora, ni siquiera
la gripe del pollo. Nos acompaña desde que tenemos memoria del
primer hombre. Al primer hombre le dolía la cabeza. La pregunta: ¿Y
tú quién eres?,
que le hizo la primera mujer, es el virus que lo martiriza para
siempre.
Nadie
ha sabido contestar con exactitud a esa pregunta y por eso que nadie
está del todo de acuerdo con la respuesta de cualquier otra persona.
Unos dicen que somos mentirosos y traidores, e incluso lo demuestran
proclamándose mentirosos y traidores ellos mismos. Lo cual sí
implica que estos tipos no son lógicos, al confundir a los demás
con ellos mismos.
Aunque
tampoco se les puede hacer mucho caso si son mentirosos como dicen,
pues un mentiroso es poco verdadero, si es que no es falso del todo.
Otros
proclaman sin embargo que el hombre es verdadero, y estos son mayoría
aunque no lo parezca. ¿Pero el hombre es verdadero en qué sentido?
Se dice para demostrar la tesis que las personas somos verdaderamente
gente confusa, y se dice muy seriamente. ¿Se puede ser verdadero y
estar también confundido? Parece ser que sí, parece que el peso de
la verdad confunde, parece ser que es imposible conocer la verdad y
no tener miedo.
Quiero
decir que, según proclama la mayoría de los humanos, y esto es
estadística, el hombre verdadero es el hombre perplejo, viva este
sentado en su silla de ruedas o viva de pie, se drogue con calmantes
o con estimulantes o con los dos elixires. Pero ninguna droga, sin
embargo, nos quitará este dolor de cabeza de no estar seguros de
casi nada.
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