El susto de mi vida

  
Laura y adredista 1
Una de las cosas grandes que he perdido es la memoria.
Terminé los estudios del colegio siendo muy jovencita. Me matriculé en la Escuela de Enfermería y no recuerdo la fecha ni la edad que tenía en esos momentos. Sí recuerdo que la escuela se llamaba “Escuela Julio Ruiz de Alda”.
Era una alumna empollona, le dedicaba mucho tiempo a mis estudios porque los había escogido para poder ayudar algún día a los demás, tenía vocación de cuidadora. Sé que aprobé bien todos los cursos de enfermería, pero se me ha borrado la fecha cuando terminé.
Encontré trabajo enseguida, entonces no había muchas enfermeras en Madrid. Trabajé en varios hospitales que no acierto a nombrar ahora. Mi primer trabajo fue instrumentista ayudante en quirófano, y yo creo que aquellos años no salía de los quirófanos y las UVIs.
El neurocirujano doctor Ley ya tenía por entonces un equipo de lujo, los ayudantes que quería y todos muy buenos. Yo trabajaba en un quirófano próximo al suyo. Un día, al verme caminar por el pasillo, me llamó. Me volví hacia él y me comentó en tono muy amable: “Usted tiene el síndrome desmielinizante”.
Aunque entonces no sabía lo que significaban esas palabras, me quedé helada, presentí que ese síndrome iba a ser algo importante en mi vida. Y lo primero que me vino a la cabeza fue: ¡Dios mío, dame valor para hacer frente a lo que significan esas palabras!
Nada ni nadie me ha vuelto a impresionar tanto como aquel doctor, el neurocirujano doctor Luis Ley. Nada se me ha grabado tan fuerte en mi interior. Aunque he perdido la memoria, aquel momento lo recuerdo con exactitud, como si fuese hoy, y siento hasta el mismo susto al recordarlo.

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