La pasión de crear

 
Peva
Yo estoy siempre escribiendo, o sea, creando, porque cualquier palabra mía en una cuartilla –o en la pantalla del ordenador– es el comienzo de una buena novela, que las novelas malas no las escribo yo. La manera de vivir de una coja es un continuo renovarse, lo cual te preserva de caer en la desidia y el aburrimiento. Esto, en los tiempos que corren de pobres seres humanos con la cabeza hueca, que hay tantas cabezas huecas como arena en las playas, es una gran suerte.
Os lo aseguro, mi vida es muy creativa. Yo, y las personas como yo, desconocemos vuestras obligaciones de personas estresadas. Por no tener, no tenemos ni esa hipoteca que os está causando tan grandes males, del tipo de comeros el coco o dejaros sin el alimento para vuestros hijos. Nosotros los minus podemos, los que no cometimos el error de ponernos a trabajar, dedicarnos al arte, que es un campo infinito.
Para la creatividad no todo el mundo está capacitado. No es tan fácil tener vacía la cabeza y hacer sitio en ella para el humo, que no otra cosa es una obra de arte, mucho humo y un poco de constancia. Para ejercer de creativa como yo, no hay más que dejarte llevar por la imaginación a cualquier parte del planeta, o dejar que tu mano escriba chorradas como estas que escribo ahora mismo, que no importan a nadie pero que a mí me entretienen.
Pero las hay que gustan al personal y entonces se produce el milagro: tus chorradas sirvieron para salvar la tarde de un pobre hipotecado.
En fin, que yo suelo crear para mí, y si sale bien, le gusta al personal, y si sale regular, me gusta a mí. Porque a mí siempre me salvará del tedio la escritura, lo cual al fin y al cabo es lo que importa. Si entretienes al personal, entonces ya es la leche, aunque tampoco importa mucho. Siempre lo he dicho: a mí me dan una hoja en blanco y es el mejor regalo: hasta que no la embadurno no paro. Yo creo que nací para ensuciar hojas, lo mismo que Miguel Ángel para ensuciar paredes.
El pintor coge los pinceles y pinta. Poco a poco, la pared le devuelve el tema que pintaba: eso es crear, pintar unas figurillas que ¡de repente! otros también saben leer como tú las leías en tu cabeza. Así fue como se pintó la Capilla Sixtina, con un ataque de fiebre que nos ha dejado al personal con los ojos a cuadros, a todos los que tenemos la capacidad de emocionarnos y el tiempo para disfrutar de esa emoción.
Pues lo mismo pasa con mis cuentos, que si he recordado ahora a Miguel Ángel es por eso, porque a los dos nos ataca la fiebre de la misma manera. Nos sobra tanto calor que lo regalamos a los pobres mortales, dándoos la posibilidad de contemplar maravillas o leer páginas cojonudas.

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