Cuaderno azul / 13


Carmen

Lo vi cabizbajo en la acera, impaciente ante el semáforo, preocupado por las últimas letras del coche –quizás maldiciendo a un jefe incompetente pero mucho más joven que él, al que tiene que oír gritar cada día en su oficina del banco Santander. Apenas su mujer y él pueden convivir ya, ella que si gorda y gruñona, él que si aburrido y calvo, pero siguen soportándose día tras día en una existencia triste y destructiva, hasta que la muerte los separe.

El mar pintó negro el vuelo de las gaviotas.

Era él un bruto con bastón, de campo, en sus labios siempre un resto de tintorro y tabaco. Ella era una mujer elegante, los vestidos y las faldas con caída, las manos muy finas, amiga de las plantas y las flores. ¿Qué pudo ver en él esta mujer, que ahora era maltratada por sus puños y su bastón y que no se atrevía ni a mirarle a los ojos?

Suspiraba el agua por un purificador mientras el mar enseñaba su manto de petróleo.

La ilusión había aprendido a llorar si no era cumplida.

Skyline puliendo los cielos.

El grillo insultó al amanecer con su canto.

Marcos está nervioso hoy por el inminente examen, pero tiembla en realidad por aquella chica del segundo banco. Sus ojos y su mente están colgados en su cuerpo, pero su gran timidez le obliga a disimular.

Marta se examina hoy de Francés y su problema es el profesor, sus horribles gafotas como bombillas escrutadoras, pero está segura de que ya no se asustará y que le saldrá bien.

¿Qué es esto? ¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Qué hago yo aquí? ¿Dónde vivo? El flautista de Hamelín por el Parque de los Olivos y todas las cucarachas y todos los niños encantados.

Mario era un niño muy inteligente, daba clases de piano, de judo, de informática y nunca tenía un minuto libre. Un día uno de sus amigos le pidió ser compañeros en un partido de fútbol. Marcos advirtió que no sabía nada de ese deporte tan vulgar, pero el otro insistió. Y como no sabía chutar, hizo perder a sus amigos y tuvo que llorar con desesperación sus burlas.

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