Ser una estrella. (Soberbia)
Recordé a Marina. En la primera ocasión fracasamos. Cuando regresamos, agotados, conseguimos llegar a la cima del amor. Y allí la dejé... suspendida. Me volví sobre la cama y soñé con el volcán. A la mañana siguiente no estaba. En su lugar una nota, decía:
“No hay por qué obsesionarse.”
No comprendió que yo deseaba más que a ella al volcán. De aquella fuerza natural me enloquecía su imprevisibilidad, su fortaleza y sobre todo, su obscena sensualidad. Pasé meses adivinando su cima apuntalada como un pezón afilado. Qué habría en su cráter, qué me transmitiría. Lo presentía. Haría derramarse mi cuerpo en un edén de sensaciones...
Ascendiendo nos abatió un alud y una ventisca y solo yo sobreviví. Estuve días a bajo cero, junto a los cadáveres de mis compañeros. Ver la película “¡Viven!,” me resultó útil, cuando comí carne humana ya lo tenía asumido. No descendí, juré coronar, y lo haría. Tras días de ascenso me hallaba casi en la cima, y me detuve maldiciendo. Si el final era previsible, fracasaría. Había que idear algo nuevo. Me propuse grabar los veinte pasos finales. Con solemne rotundidad cubrí la distancia. Emocionado dejé caer el piolet y me arrojé sobre la nieve. Un dolor mordió mi tórax, un alarido salvaje surgió de mí. Me di cuenta, había caído sobre el utensilio. Su punta atravesaba mi pecho y me empalaba. Me asusté, pero comprendí: ¡Era un maestro! Arrastrándome tomé la cámara y me filmé. Vomitaba sangre, pero sostenía mi sonrisa triunfadora. El rodaje estaba completo; iba a ser una estrella. Fallecí con una risa entre dientes, reflejo de mi categórico estado de euforia.
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1 comentario:
muy bueno
pero algo masoquista yo con lo
miedososa que naci no me pongo a filmar eso ni con 2l de wisky o tequila en el body
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