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EL RESPETO, SEMILLA DE INTEGRACIÓN

—Tienes que hacerlo… ¡Machácalo! Es sólo un puto sudaca…

Las palabras del líder resuenan en la cabeza de Javier mientras trata de pensar. ¿Para qué entrar en una banda? Se ha equivocado en la elección, sabe que el enfrentamiento solo surge por el rechazo a la diversidad.

— ¡No!, —responde, sin que consigan intimidarle. Su madre también emigró un día buscando un futuro para él.

— ¿No?... ¿Has dicho no?... —insiste el líder indignado.

Javier no responde y la banda descarga su furia sobre él, destrozándole la cara. Luego, le dejan tirado en plena calle.

Alguien le socorre y traslada al hospital. Avisan a su madre que, al llegar, le grita y zarandea.

—¡Quién ha sido! ¡Dime quién ha sido!...

Javier no contesta, se niega a denunciar a su agresor para no seguir alimentando la intolerancia y xenofobia. Lágrimas de impotencia recorren el rostro de la madre. Ella, una ex-Latin Queens, maldice la hierba que ha absorbido su energía, y siente cómo sus manos no responden a la indignación que clama venganza. Su hijo tiene desfigurado el rostro.

Pero alguien le ofrece el saludo de pulgar e índice en forma de L. Son ellos, rojo y azul, collares y pulseras, el breakdance en la sangre…

—Hermanita… para eso está la “familia”…

Y otra banda del odio, un día sojuzgada y ahora redimida, sigue la pista a quien invadió su zona. Y dan con él.

— ¿Éste es quien te agredió? — preguntan a Javier. No contesta.

— ¿Es éste el cerdo que te agredió? —Coaccionado, asiente con la cabeza.

—Bien. Aquí le tienes… ¡Pégale!... —pero Javier se niega.

—Si no le machacas lo haremos nosotros…—insisten ante la negativa.

Javier titubea un instante y luego se dirige a su agresor, levanta el puño amenazante y amaga el golpe, mientras clava sus ojos de acerada transparencia en él, diciendo:

—Sólo quiero que le pida perdón a mi madre.

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