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Escalando el Paraíso


Escalando el Paraíso, con mis alas circulares,
con mis ruedas de espuma, que desintegra el cemento,
alcanzar intento, la cima,
como logran otros, los andantes.

Por senderos abruptos, por pasajes infectos,
rueda mi silla atolondrada, chocando los estribos,
como coche de feria, los peldaños yuxtapuestos,
rally del infierno.

No está diseñado para mí este Paraíso.
Ni para mi legión de hermanos.
¿Quién lo pensó? ¿Quién, bromista insano?
Las nubes del cielo no bajan para auparnos.
Yo miro desde abajo, contemplo mi sueño escalonado.
Me escalofría la pesadilla de alfombras mágicas,
colección de plataformas, ornamentales y atascadas.

Nada avanzo, y eso que me esfuerzo. Mi silla encalla
a cada tanto, o me hundo en las arenas movedizas
de la gente que me ignora y estruja.

Lo intento repetidamente, tal es mi sino,
tal es mi empeño. Si no aplanan los caminos,
si no colocan rampas espirales, si no instalan ascensores volanderos,
me volveré caracol, paciente deslizamiento.

Tarde o temprano, alcanzaré la cumbre,
el Paraíso. Lo tengo decidido.
O denunciaré este Teatro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No hay nada en la combre: el paraíso es el camino, y los obstáculos en el camino, el infierno. Pero no estará de más denunciar a Satanás por cabrón, se llame como se llame, barrera municipal, comunitaria, estatal o mental.

Anónimo dijo...

¿No habría que empapelar las ciudades con este poema?