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Todavía estamos completando nuestro CÍRCULO. Lo empezamos hace bastante tiempo, en el patio de mi instituto.

Yo jugaba un partido durante la hora de francés y, en un lance defensivo, despejé el balón con mucha fuerza. Salió tan alto que pasó por encima de la verja y fue a dar al terreno en obras de al lado. Todos me cantaron la ley de la botella, el que la tira va a por ella, y tuve que trepar los cuatro metros de valla.

El balón había caído cerca de un albañil que trasteaba una hormigonera. Pensé en darle una voz y pedirle que me lo pasara, pero al final decidí ir yo. Una vez tuve la pelota en mis manos, miré al obrero y me di cuenta de que era una chica y de que debía tener mi edad. Le pregunté extrañado ¿qué haces? Y ella sin mirarme contestó, pues, la mezcla. Yo, que me refería a qué hacía una chavala de quince años en una obra, puse una mueca rara y ella la vio. Vente después de tus clases y te explico cómo va esto, es fácil, dijo divertida. Entonces escuché las protestas de mis compañeros desde el otro lado y les pasé el balón con un bombo largo. Cuando iba a despedirme ella dijo, espera, tomó una especie de barra de hierro curva, y me acompañó; esto se llama uña de gato, vas a ver. Al llegar a la verja metió la herramienta entre las juntas y las forzó con brutalidad de gladiador, luego repitió la acción sucesivamente y sin cansarse hasta que consiguió una abertura lo suficientemente amplia para que yo pasara.

Muchas gracias por el agujero, le dije admirado. No es un agujero, es un CÍRCULO, contestó. Observé aquel roto. Totalmente irregular, parecía más un accidente de la naturaleza que algo humano. Lo atravesé agachado, me giré y exclamé, ¡hasta luego! Ella me sonrió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bueno unoss jugando y otros buscancandose la vida
sigue autor por ahi