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Agonía de amor

Te marchas y los días agonizan con lentitud, los relojes gritan cada segundo, el aire se convierte en mi enemigo, desea que te olvide, ya no huele a ti, tus cartas empapadas en llanto secan en la ventana mientras veo como a las palabras desdibujadas se las lleva el viento, ya no creo en ellas, ya no consigo creer en ti, ¿Volverás? . Los recuerdos pasados arden en cada habitación, en un hogar ahora helado, deseo invernar hasta que tu susurro sutil y vanidoso me despierte. Nuestras fotos son mi única prueba real de no haber enloquecido, no fue mentira, no, no es producto de mi imaginación. Consigo odiarte pero no me sirve, te odio y te deseo. Los jarrones vacíos desde hace ya mucho tiempo se han encarado contra mí, no quieren que te espere más, ya no hay espinas, ya no hay fragilidad, ya no hay fragancia. Quiero ser un mendigo de caricias, salir a la calle y suplicarlas, pero cortan mis venas y mi corazón pudre sin dejar de latir. He prometido salir de la prisión de la esperanza, pero no puedo, sus rejas son mi refugio, y no me atrevo a abandonarlo. Me acuesto y soy enano, me pierdo en nuestra cama, sueño contigo pero sin ti, y los sueños son enigmas que no importan porque nada importa porque ya todo es un letargo absurdo, un sin sentido, una estupidez. Se acerca la primavera y me da miedo, porque sé que la sangre gritará a voces tu nombre y no lo soportaré, pero me vestiré con telas de seda que rozarán con agrado mi cuerpo, me perfumaré aunque diga así adiós a tu fragancia, saldré de mi prisión para intentar entrar así en otra, donde mi corazón ya no pudra, donde la sonrisa de juventud a mi rostro y donde tu nombre ya solo exista en el último cajón de una ropa de invierno vieja y olvidada que jamás volveré a usar.