302

Pulga.

De entre todas las criaturas en las que me podría haber reencarnado, me tenía que tocar esta, con mi alergia que al pelo largo.
Pude ser un delfín, un águila o el pirata de Sabina, con pata de palo.
Los recuerdos se borrarán, como el cuaderno en el que los anotaba y que mi hermana deslizó en mi bolsillo justo cuando me iban a incinerar. Apenas sé ya cómo era su cara.
Dos segundos de memoria justo cuando muerdo la piel de mi perro como si fuera una cerveza fría y después, nada. Se rasca con la pata y yo salto junto a su oreja para susurrarle quién soy y pedirle perdón por el bocado. Después mira a todos los lados y se acerca a los niños buscando una caricia.
No quiero saltar al escote de la Chelito, ni acabar en el microscopio de alguien que me haga vudú en la barriga. Seguiré acostumbrándome a esta nueva dimensión sin pensar en nada, tan chiquitina.
Puede que un día salte de emoción y no para esconderme. Conoceré mundo.
Dos segundos para empezar a olvidar.
Lo peor es el olor que impregna todo ahora. Será el collar nuevo del perro, pero cuando echa a andar me ahoga y veo todo borroso. Entonces se mezclan las imágenes y me da miedo.
Si caigo a la alfombra, me tragará el aparato que hace tanto ruido. Soy pequeña, pero voy donde quiero.
Otro bocado para quitar el mareo y a esconderme detrás de la oreja. Más recuerdos.
Ya no hay tristeza. Una vida por delante para succionar a los que me quitaron algo de la mía, para verles desde este lado y viajar.
Aunque ya no pueda escribirlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay relatos sin comentarios y no lo entiendo... Este es uno de ellos. Me pregunto, ahora que se supone que ya no votamos, si habrá habido suficiente tiempo para leer con verdadero afán.
Precioso relato, espero que te hayan visto, pulguita!