El viaje

MaryGloria
Llevaban días hablando de su viaje. Esta vez, decían, iban a estar fuera de casa más tiempo, pues el padre disponía de una semana más. Ella veía el movimiento típico que precede a un viaje: maletas abiertas, pilas de ropa que la madre había ido seleccionando, toallas de colores que eran colocadas en una gran bolsa playera junto con los bañadores de las niñas… Ella salía de la habitación tras los pasos de la madre, con la esperanza de oír una palabra que la confirmara que también en esa ocasión contaban con ella.
Recordaba con nostalgia el año anterior. Se había mareado un poco durante el viaje, a pesar de la pastilla que había tomado antes de salir, pero el resultado final había compensado ampliamente esas molestias. La casa de la playa había colmado sus expectativas. Disponía de un pequeño jardín donde una podía jugar y descansar placidamente al sol como a ella le gustaba. Enseguida se familiarizó con la casa. Los muebles eran sencillos pero cómodos. Recordaba con placer las largas siestas en el sofá con el murmullo de la tele de fondo, mientras las hermanas mayores recogían la mesa tras la comida.
Hubo tan solo un día de aciago recuerdo. Había visto la puerta abierta y llena de curiosidad decidió salir a explorar la zona. Anduvo errante a lo largo de la calle con los ojos muy abiertos siguiendo a la multitud, que bulliciosamente se dirigían, sin duda, a la playa. En un momento dado observó con angustia que no sabía donde estaba. Volvió sobre sus pasos, tropezando esta vez con la gente, entre la que pasaba inadvertida. Deseó fervientemente que en casa la hubieran echado de menos y que alguien fuera en su busca. Sentía horror de verse perdida.
Finalmente, tras un rato interminable, la mayor de las hermanas apareció al final de la calle, como un ángel salvador para conducirla de nuevo a casa, donde tuvo que soportar los reproches y veladas amenazas de la madre. Aquella experiencia la dejó traumatizada y decidió que no volvería a ocurrir.
En ese momento el teléfono sonó y oyó a la madre hablando con alguien a quien daba instrucciones para los días que durará la ausencia. Supo que hablaban de ella.
Se quedó de piedra cuando observó cómo llenaba su tolva de pienso y el bebedero del agua.
Y tras la puerta quedaban tan sólo sus maullidos lastimeros, mientras el rugido del motor, perdiéndose en la distancia, rompía el silencio de la mañana.

No hay comentarios: