Fonso
Se trata de lo siguiente. Yo era Billy Coy, el Rápido, un tipo con sombrero azul, de pelo corto, la nariz ancha, los ojos azules y cinco pies de estatura. Y de mi cintura colgaban dos revólveres. Lo mismo me dedicaba a matar indios que a matar hombres. Montaba, eso sí, un hermoso caballo blanco. Aquel día estaba en Longand City.Corría el año 1860, lo recuerdo bien porque la guerra comenzaría pronto. Longand City era por entonces una ciudad de pocos habitantes, abrasados por el sol de la mañana a la noche. El salón era un lujo. Y la oficina del Sheriff, el hazmerreír del pueblo.Ocupábamos la mesa redonda, a la derecha de la puerta de entrada, en el salón. Yo, con la espalda contra la pared, y él, frente a mí. Ese tipo acababa de llegar de Kansas City. Vestía completamente de negro y de su cintura colgaba un solo revólver, a la izquierda. Ojo con los zurdos, pensé. Soy Billy Coy y el póquer no tiene secretos para mí, siempre hay ases de sobra en la baraja si los sabes jugar.En un momento de la partida, el forastero de negro contó más ases de la cuenta en la mesa y me llamó tramposo, a mí, a Billy Coy. Menos mal que todo sucedió cuando ya el forastero lo había perdido todo y a los demás jugadores tampoco les sobraba gran cosa, que no me gusta perder el tiempo. Yo era el único que ganaba, estaba en racha.“¡A ver ese as que tienes en la manga!” Me dijo.Por supuesto, lo único que le enseñé fue la puerta. “Me parece que a tu jugada solo se responde con pistolas, y mejor te mato fuera, que no quiero que manches este hermoso salón”.Salimos a la calle y aún le di la oportunidad de contar diez pasos, espalda contra espalda. Él se volvió a los nueve. Pero yo me había vuelto a los ocho, que no me fío de los zurdos. Soy Billy Coy, el Rápido, y estoy obligado a ganar. Lo cierto es que allí, en la calle, el sol abrasaba al cadáver. Se estaba mejor en el salón.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario