MaryMar y adredista 0
Los poetas y el diablo se llevan fatal. Parece ser que es de siempre. Pero había una vez un poeta que adornaba con sus atenciones la vida de las jovencitas del valle, y lo dejó explicado.
Mar estaba enamorada del poeta y el poeta hacía de Mar, unas veces, una estrella, y otras una rosa, un río, un abismo, según convenía a sus rimas.
Mar no necesitaba de más para ser feliz y mejorar su autoestima.
Pero en el valle había también un diablo, no me preguntéis como lo descubrieron. Se llamaba Andrés y llevaba fatal el éxito del poeta con las jovencitas.
Y empezó a trabajarse a Mar.
Primero le demostró que no era una estrella.
–Si fueses estrella, estarías ardiendo –le decía.
–Sin embargo, cuando estoy con el poeta me hierve la sangre –replicaba Mar.
–Si fueses estrella no tendrías sangre.
Y así le demostraba que tampoco era rosa.
–Si fueses rosa, tendrías rocío y espinas –afirmaba el diablo.
–Pero me humedezco. Y también puedo morder al que ofende a mi poeta –se defendía Mar.
-Si fueses rosa, sólo habrías cumplido una primavera.
Y con argumentos semejantes también Mar dejaba de ser río y de ser abismo.
Así quitaba el diablo a Mar las ganas de vivir.
Y Mar se lo confesó al poeta. Y entonces fue cuando el poeta le explicó a Mar el origen de su problema.
-No hay demonios, Mar -le dijo-. Sólo hay hombres que no saben de sueños. Nunca te enamores de un hombre que no cree en los sueños. Así, nunca caerás en el infierno.
Y entonces Mar volvió a besar al poeta y volvió a creer otra vez que era abismo y estrella y rosa y río.
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