Oda antisoriana





Carmen



Entre los trigos y alfalfas
del Moncayo, divisoria,
entre el frío y mantequilla
se alza la rácana Soria.
Gentes a la japonesa,
currantes, trabajadoras,
que se hacen el haraquiri
con tal de ahorrar una gorda.
Por no gastarse cuatro euros
fabrican colchón y colcha;
si yo creo que aquel dicho,
eso de la bolsa sona,
ya lo decían abades
de la Virgen de Mirona
mucho antes que lo dijeran
burgueses en Badalona.
¡Ay!, pobrecita, mi tierra,
tan humilde y laboriosa,
siempre te echan lo peor
y no luchas ni de coña.
Allí fueron aparcados
presos de ETA,
la primera nuclear,
el centro de subnormales,
orfanatos, y a llorar.
¡Ay !, pobrecita, mi tierra,
despoblada y tontorrona,
todo lo peor aguantas
si, con tal, un euro aflora.
No hay música ni diversión,
sólo un pájaro en su rama,
¡cuánto mejor Alicante!,
de luminosa explanada,
que cada pueblo sostiene
una muy armoniosa banda.
Hay pueblos rancios, antiguos,
con riqueza maderera
que florecen y son ricos
y la juventud renuevan.
En cambio, en la parte sur,
ya no hay niños en la escuela.
En tiempos de maricastaña
se habló mucho de los ricos
del pueblo de Campo Gómara,
que yo creo que es un sitio
que lindan con La Rioja.
De allí es el Marichalar,
si no me falla memoria,
y, de ser cierto el asunto,
tendrá cubierta la corva
la que por un tiempo fue
su infanta Elena y esposa.
Tienen fama de entendidos
en negocios, y ladinos,
lo naturales de Soria,
que en Colombia tengo oído
que los más ricos de allá
son todos paisanos míos.
Pero a mí ya no me importa
que Numancia gane a Murcia
o que corra Abel Antón
o que cojee Fermín Cacho,
yo nunca volveré a Soria
si en Soria se come rancho
y falta la diversión.

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