Telarañas

Isabel
Por fin me siento una mujer libre y feliz. Ya no tengo problemas. O mejor, los problemas ya no son más grandes que mi voluntad de enfrentarlos. Y los disgustos los he olvidado. Antes era infeliz completamente, pero ahora no, y doy gracias a dios por no tener problemas más grandes que yo misma. Cuando era pequeña estaba desesperada porque no me curaba. Me daban ataques epilépticos y no podía soportarlo. Se acompañaban de mioclonias, unas contracciones de las extremidades parecidas a espasmos. Tenía depresiones. Cuando cumplí treinta años, me llamó la asistente social para decirme que tenía plaza en una residencia de Ferrol, la misma donde ya estaba mi hermano.
En séptimo de colegio, con doce años, ya me fallaban las piernas y los críos se reían de mí y me insultaban. Tenía una amiga que se llamaba María José y que me ayudaba a subir las escaleras. Dejé de ir al cole y no pude sacarme el graduado. Tenía otra amiga, de las de toda la vida, Nieves, que me iba a ver todos los días a casa y era muy buena. Cuando cumplí los quince años, un día se presentó en mi casa y me propuso salir a la calle.
-Nieves -le contesté yo-, estoy muy mal de las piernas.
Y siempre que me lo proponía le daba yo la misma excusa. En realidad, mi enfermedad me superaba y tenía miedo. No sabía enfrentarme a ella.
-Mañana vengo a sacarte -me dio el ultimatum Nieves-, si no sales mañana, no vuelvo a verte.
Vino, no me atreví a salir y Nieves no volvió.
Siempre me gustó estudiar y le dije a mi madre que me apuntara a una academia por la tarde. Ella me acompañaba. Pero teníamos que bajar más de veinte escalones por las aceras y yo me apoyaba en los setos, porque no había pasamanos, y me arañaba mucho las manos y no podía luego escribir. El profe era muy simpático. Por entonces yo aún podía escribir con mis propias manos y él me ponía deberes, resúmenes de Lengua, o Matemáticas, Naturaleza, Sociales, etc. Al día siguiente se los llevaba y me decía que los había hecho muy bien. Mucha gente no me ha dicho a lo largo de mi vida que hago bien las cosas. Me gustaba mi letra y escribía poemas. A mi profe también le gustaba mi letra.

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