Perplejidad

Carmen
Ana y Carlos se habían conocido en una colonia de cojos. Ana era apocada y comodona, nunca hubiera pensado que esta vida está llena de tropiezos y dificultades. Sus padres no querían que tuviera apreturas económicas en el futuro y ahorraban para ella. Ana lo sabía y andaba triste, pensando en sus padres ya muy enfermos. Carlos, sin embargo, había nacido de pie. Hijo de un constructor, le habían visitado siempre los mejores médicos, siempre había conseguido lo que quería y se enamoraba de todas las asistentas de su casa. Un día planteó Carlos en casa que estaba muy enamorado, que deseaba tomar relaciones con Anita, quien le había contado todas sus penas. –Yo te ayudaré –dijo Carlos–. Yo te amo y puedes disponer de mi dinero tanto como yo. –No sé –dijo Anita–. Y si luego no nos entendemos, ¿qué hago yo sin paga? Si tú y yo no llegamos a buen puerto, yo me quedo a la intemperie y tú lo tienes todo en tu mano. No estoy segura de nada. Un día, en el cine, Ana había ido con su amiga Elena que era más alegre y decidida, Carlos y Elena habían hablado unos minutos con tal entusiasmo que pasó de todo. A los pocos días Carlos llamó a Anita y le dijo: –Estoy harto de todas tus dudas. Como no te decides, me parece que no pierdo más el tiempo. Me gusta más tu amiga Elena, es más lanzada

No hay comentarios: