Sentada del 14 de agosto de 2008

Primero se le pide a todo Cristo que graciosamente acepte ir empobreciéndose de manera gradual... que ¡vamos! no se pensaba llegar a los extremos "coyonturales" de hoy en día (la economía y la política tienen un no sé qué de impredecibles) ¿Se ha llegado a tales extremos? ¿Sí? Bueno, ahora sed más graciosos aún, sed como Fuller. Si aportáis alguna idea de calibre, o pintoresca al menos, la posteridad os la publicará y entre todos nos ocuparemos de que dicha idea no se ponga en práctica. De qué serviría hacer casas a prueba de terremotos, como proponía y diseñó Fuller, si lo que se necesita son terremotos más potentes que disminuyan de manera incruenta pero significativa el número de la población mundial; de manera incruenta, se entiende, ¿no?; sin mala leche, pues. "Utopía u olvido", con esa frase diagnosticaba Fuller los potenciales creativos y destructivos de la época; y su disyuntiva, pero por olvido no quería decir desmemoria, sino que habríamos mandado todo al chorizo. ¡Que no! ¡joder, que no! Ni accederemos a la utopía así como así, ni nos olvidaremos de Fuller en las efemérides... ¡carajo!


LA MANZANILLA
Conchi
Mi tía Nena –se llama Pepa, pero todos la llamamos Nena– pegaba a su marido. El tío Manuel cogía unas cogorzas con el vino manzanilla de perder el sentío. Y eso que iba en moto. Mi tía Nena, cada vez que lo veía bebido, paliza viene y paliza va. El tío se ponía muy pesado cuando bebía, y se ponía a llorar o a cantar.
La tía decía que le pegaba para que se le pasara la borrachera. A mí me daba pena y le decía:
–¿Por qué no la denuncias, tío Manuel?
–Porque es mi mujer.
–Vaya mujer, pegándote a todas horas. Aunque sea tu mujer, yo la denunciaba para que no te vuelva a pegar porque te emborrachas.
Yo es que he pasado muchos veranos en Jerez de la Frontera con mi familia. Me lo pasaba muy bien con mis primas Pepi y Mª Ángeles, las hijas de la tía Nena y del borracho, porque me quedaba muchas veces en su casa jugando y cantando canciones de niñas:

Cuando yo era pequeñito
mamá decía llorando:
Este niño se nos muere,
la cosa se va alargando.

Ellas me enseñaban palabras andaluzas, como el chocho la reina y la picha el rey, y yo las enseñaba a decir gilipollas y cojones, que ellas no sabían.
A veces iba a la playa con mis primas y la familia, pero a mí la playa no me gusta. Lo que me gustaba era ir de cachondeo con el primo Juan Ramón, que era mayor que yo y tenía unos ojazos que me penetraban el alma. Me enseñaba su moto y me la dejaba acariciar. ¡Con lo que a mí me gustan las motos! Pero no me podía montar porque mis brazos no alcanzan para agarrarme a él... ¡Cómo me hubiese gustado!
Tenía otra prima, Silvia, pero era muy cursi.
Pasados los años, mi tío murió de cirrosis y mi tía Nena se ha dado a la bebida... Si es que la Manzanilla está de muerte. Mi tía Nena es la única familia que me queda en Jerez, pero quiero volver por el fino y la manzanilla. Mis primos se han ido a vivir a otros lugares....

PLAZA DE ESPAÑA
HeavyMetal
No hay entradas, qué mierda, para ver a Joaquín Sabina.
Ayer saqué una para ver a Escorpión. Toca con Obús el 16 de agosto, ahora no me acuerdo dónde.
Me parece que es en San Martín de la Vega. La entrada me costó 32 euros, un pastón. Y ahora tendrás que ir y no sabes cómo lo harás. Si te llevara ese cabrón de Andrés.
Joaquín Sabina toca el día 6 de septiembre en Las Ventas.
Me encontré con Vicki y se lo he comentado. Ella me quiere acompañar, como me acompañó a ver a Mago de Oz.
Hace tiempo que no voy por Montera, a Rosa Negra, Montera 25, como estuve fuera de Madrid, en Murcia, 10 días.
Pues fue llegar a Madrid y coger el metro y encontrarte con el ascensor de Plaza España roto, que no subía.
¿Y tú qué haces allí abajo, en la silla y sin salida?
Había quedado con mi tía en Callao y no podía fallar.
Si no llegas, ella se va a preocupar.
Y pedí ayuda y un usuario del metro, un buen hombre, me ayudó a subir por las escaleras. Para habernos matado todos.
Los ascensores del metro son un crimen, o sea, es criminal que funcionen tan mal, coño.

CAMPAÑA ELECTORAL
Peva
Desde muy pequeña he tenido varias pasiones, pero ninguna me da vidilla como la escritura. No importa el tema. Incluso escribo sin tema, como hoy. Aunque lo que esté escribiendo sea difícil, tengo la facilidad de enrollarme con una de pipas. Algo bueno tendría que tener yo, aparte de ser guapísima. Las bromas que salpican mi discurso sirven para hacer más fluido mi pensamiento. Estos comentarios jocosos son la muletilla de mucha gente. Los hacía hasta mi padre para que no se le durmieran los alumnos en clase de Matemáticas. Yo los hago para divertir al o la que me lee. Como se supone que soy hija de mi padre, también procuro poner de vez en cuando algo diferente para que los lectores no se aburran demasiado y continúen leyéndome, como yo deseo. El lujazo es, sin embargo, la capacidad que yo tengo de poder escribir cuanto quiera y como me dé la gana. Es para mí el mayor desahogo. Incluso aquí, ahora mismo, con estos gritos alrededor. Ya soy capaz de concentrarme hasta en las situaciones más adversas, estoy acostumbrada. Cuando me compre mi propio ordenador escribiré tan sumamente bien que el Quijote va a parecer un trabajo de colegio en comparación con mis cuentos. ¿Lo veis? Una hoja en blanco aguanta todo lo que le eches. Yo a las hojas me las ligo previamente y la hoja me quiere cuando me pongo a escribir, hace el amor conmigo y de esta forma se amolda a mis caprichos. Tanto se identifica la hoja con mis elucubraciones que hay veces que ni yo misma las entiendo. Es el destino de los genios, ser un incomprendido. Sólo que, en mi caso, no tengo que esperar la opinión de los amigos enemigos. En fin, que yo soy consciente de que escribo los mayores disparates. Las personas que me lean, advertidas quedan. Lo ha escrito la loca de Peva, si te gusta lo lees y, si no, lo dejas. Claro que, peor para ti si lo dejas, porque está claro que esta página del ordenador es MIA y por lo tanto estoy en mi derecho a poner todas las chorradas que se me ocurran. Aunque hoy toca jugar a no decir, es influencia de la campaña electoral, que soy muy permeable y ya estoy en la dinámica. Nuestros políticos tampoco dicen nada con coherencia. Y para mayor escarnio, se pasan los 15 días tratando de convencer al sufrido presunto votante de que son demócratas y van a gobernar para todos los españolitos. ¡Ni que fuésemos gilipollas! En lo que llaman el país vecino también hubo elecciones, pero allí los mítines son en francés, que ni dios lo entiende. Y no es por nada, pero oír a un francés bien vestido da gusto, no sabes lo que no gana el mitin. Yo prefiero al ganado español, sin embargo, es mas mío y se le entiende todo. Dirá las mismas chorradas que el francés, pero no deja de ser del foro, o sea, de aquí. Y eso ya es un plus. En la condición de cualquier político que se precie está el decir chorradas, pero lo que a mí me gusta de este animal es sobre todo que hable medio bien y que dé gustirrinín oírlo. Lo que exige el gran publico votante es que se le engañe con estilo, por lo menos eso. Luego ya nosotros nos encargamos de no creernos nada.


HISTORIA DE DOS ENAMORADOS
Isa y adredista 6
Era una chica llamada Isabel. Tenía un novio llamado Antonio con el que llevaba nueve años saliendo. Después del quinto año, Antonio tomó una decisión práctica y decidió llamarla Isa; ahora todos la llaman de ese modo. Antonio estaba sano y cuidaba de Isa: la lavaba, la sacaba a la calle, la llevaba a ver escaparates y compraban ropa para los dos. Era un gran cocinero y el primer culpable de que Isa hubiera ganado muchos kilos. Culpable de su gordura también era el hambre que le provocaba el que hicieran el amor a todas horas y conforme avanzaba el día también avanzaba su delirio. Por ahí de las tres de la mañana ella lo llamaba Judas porque traicionaba su promesa de amarla por siempre e invariablemente la atragantaba con la última cena que invariablemente consistía en una pizza de chorizo con pepperoni y anchoas de Santoña. Isa no conseguía salir de su depresión, que era tal que en ocasiones sentía que no encontraba explicación a por qué tenía que estar en una silla de ruedas. Antonio la dijo que no tenía importancia, que podía hacer el amor muy bien aún siendo minusválida. «Sí claro, para ti es muy fácil decirlo. Tenías que estar como yo y sentir lo que siento yo por cinco minutos». Él dijo, cariñoso, «está bien, puede que tengas razón; lo tendré en cuenta» mientras añadía tres huevos más de los acostumbrados a los ingredientes de la pizza que él solía probar en cada vez más raras ocasiones. «Ven aquí Juditas» le dijo ella mimosamente una vez que hubo metido la pizza en el horno. Se liaron una vez más a hacer el amor y solamente el olor a quemado que empezó a salir de la cocina pudo interrumpir el clímax que se aproximaba. «Por un momento pensé que mi calor era demasiado para ti» bromeó él mientras saltaba para impedir que la cena última de ese día quedara hecha cenizas.
Antonio tomó otra decisión de las suyas y sin avisarla se fue a trabajar de camarero en una terraza de Benidorm. Desde hace dos años no lo ha vuelto a ver. Se enteró que había caído en una depresión y que había subido mucho de peso. Que vivía con otra chica que era una gran cocinera, que lo lavaba, lo sacaba a la calle y lo llevaba a ver escaparates.

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