Sentada del 7 de agosto de 2008

LA VÍCTIMA
Carmen
La madre de María, la señora Petra, le advirtió desde el principio sobre aquel animal. Pero ella misma, la señora Petra, le recordaba cada día a su hija María que la niña necesitaría de un padre. La niña, Clara, todavía no había nacido, y el padre era aquel animal. El noviazgo iba de mal en peor. Era muy duro para María, pero Clara necesitaba de un padre. Cada vez que salían, ella volvía con la cara marcada. Está nervioso, se decía María, no termina de aceptar mi embarazo, cuando nazca la niña todo será diferente y Clara tendrá padre.
–No salgas con ese animal, el día de mañana será peor –decía la señora Petra.
Pero a la señora Petra no le hacían moratones los puñetazos, como a María, y muy pronto repetía a su hija que la niña necesitaba de un padre. Ahora María vive ya completamente aturdida. La noche se viene encima y espera al marido temblando. Él llegará otra vez borracho y María recibirá su enésima paliza. María ya no sabe pensar. Sólo delira. ¿Qué hago? Todavía le quiero, no puedo dejar que mi hija se quede sin padre. Si me separo, ¿dónde voy yo? Si pido el divorcio quizá me mate y pierda más, pero esto no es vida. ¿Y qué será de mi hija sin padre? No me puedo quejar, siendo puta estaría peor. Si al fin, cuanto más me pega más le quiero. ¿Tiene derecho a darme este trato? Me iré a casa de mi madre y pondremos la denuncia juntas.
–Pero señora Petra –dijo el policía–, si esta será la duodécima denuncia, si es su hija la que vuelve con su marido cada vez. Tiene usted que convencerla en firme y de verdad para que pida el divorcio.
–Pero la niña necesita de un padre –protesta la abuela Petra, también por enésima vez.


PROBLEMAS
Conchi
Una amiga mía nació también con parálisis cerebral, como yo, y sus padres nunca lo aceptaron. Se puede mover mejor que yo. Por ejemplo, va sola al cuarto de baño en su silla de ruedas eléctrica. Sus padres la quisieran traer a un centro como éste, donde yo resido, pero ella nunca quiere porque prefiere estar en casa con su familia. A mi amiga ni se le ocurre pensar que un día fallarán sus padres. ¿Y qué va a ser de ella, entonces? Dice la madre que, como tiene a una monja en la familia, su tía la meterá en cualquier centro. Pero yo eso lo veo un atraso. También tiene una hermana, pero es como si no la tuviera, porque la hermana hace su vida, se va con sus amigos, sale y entra. Y ella, de vivir juntas, tendría que quedarse sola en casa siempre. Pero mi amiga vive muy feliz porque está en su casa tan a gusto. Para mí eso no es vida. Creo que lo más acertado sería que viniese a un sitio como este mío. Cada carácter es distinto, sin embargo. Lo que es a mí, se me caía la casa encima y me aburría de estar mirando por la ventana todo el rato. Incluso las pocas veces, algún verano, que sorprendía a un chico y una chica besándose en la boca, dejaba de aburrirme para sentir envidia. ¡Qué envidia me daba! El venía siempre con una moto a buscarla y yo pensaba: "¡qué bien si fuera a mí a quien viniera a buscar!" Para mí las motos son como una pieza de museo. Como yo no puedo montar, me gusta tocarlas. Les paso la mano temblando y veo la cilindrada que tienen. Pero que los motoristas se pongan el casco porque suele haber muchos accidentes de moto y luego los chicos acaban en los hospitales con la masa encefálica desparramada y los tienen que operar a vida o muerte. Y para los padres es muy fuerte si tienen un único hijo y está desahuciado de por vida. O esperando un transplante, como le ocurrió a mi amigo Pepe, que le transplantaron un hígado y al final murió.


24 DE MAYO
HeavyMetal
Hola, tío, esto lo escribo para ti.
Qué feliz soy cuando voy a Montera 25, a Rosa Negra.
Habías quedado con el hermano de Ana, Julián, el fotógrafo, en el Rodilla de enfrente del FNAC.
Ibais a pasaros la tarde paseando por Callao y todas esas calles peatonales.
En la calle Montera hay mucho putiferio, pero yo voy a mi rollo.
A veces lo hice, por pura necesidad, porque no tienes otra manera de arreglarte un poco.
Pero normalmente voy a la tienda, a Rosa Negra.
Y qué bien lo pasamos Julián y yo esta tarde. Estuvimos en la GRAN VÍA.
Es un día que no se me va a olvidar jamás, supongo que a él tampoco.
Lo pasamos muy bien los dos, esta tarde del 24 de mayo.
Lo pasamos puta madre, como decimos los heavy.
Y Julián, cómo se lo pasó conmigo. Ha disfrutado como un cabrón.
Vas a tener este manuscrito en el ordenador para la posteridad.
Lo escribes para él.
Ha sido una tarde muy divertida, disfrutamos como enanos.
Se quedó alucinado cuando entramos en Rosa Negra y todos me conocían.
Le gustó mucho mi amiga Mamen, el muy cabrón, eso me dijo.
La costumbre de ir todos los días solo por ahí, tarde tras tarde.
Paso media vida en Rosa Negra. Al ir acompañado, qué diferencia.
Y mañana también será un día hermoso, estaré con mis chicas de danza.
Vamos a ver el DVD del baile del sábado en el Centro Cívico del Rigoberta Menchú.
El pasado 12 también fue un día grande, el cumpleaños de Mamen.
A continuación de ir a la Rosa Negra, fui al Teatro Lope de Vega, a un concierto acústico de Barricada.
Cuando regresé a casa ya eran más de las 12 de la noche. Y volvía solo, como siempre.
Pero hoy fue mejor. Has vuelto con Julián.


VIOLENCIA DEGENERADA
Laura y adredista 6
Cyrana llevaba siempre el sueño atrasado por tantas noches de desvelo en la unidad de urgencias. Allí, las mascarillas quirúrgicas eran el único atenuante a su extremada agudeza olfativa. Con resignación toleraba algunos antisépticos y cuando sospechaba que pudiera desprenderse un olor repelente desde la mesa de operaciones al abrirse las cavidades de los pacientes, su mente, o más bien, su nariz, se ponía en blanco y dejaba de percibir los olores. Ese mismo mecanismo es el que había puesto en práctica cincuenta y dos veces al año, más fiestas de guardar, y botellones imprevistos, para soportar el olor que despedía de la boca y cuerpo de su marido, y para salvar su matrimonio y su familia. Ahora, los hijos eran mayores, y el olor del borracho le resultaba cada vez más insoportable. Decidió dejar de hacer ese esfuerzo extraordinario por salvar a su familia y trató otros remedios: adquirió una mascarilla que además protegía de la luz de la farola que se filtraba por las cortinas de su habitación. Sus noches empezaron a cobrar tranquilidad al tiempo que el extraño maloliente que solía roncar a su lado se volvía más agresivo ante la indiferencia de Cyrana. Ese día, despertó de un mal sueño en el que se veía con un cáncer de nariz que le había deformado el rostro. El tumor le había hecho perder el olfato pero los intensos dolores le hacían acudir inútilmente a las autoridades y a los medios informativos para intentar paliar su dolor por medio de la eutanasia. Despertó en medio de un violento acceso de estornudos y su nariz arrojó un dado que se le había metido en el tabique nasal desde que era muy pequeña, y por primera vez en su vida percibió con naturalidad los penetrantes olores de una resaca de los diablos y las axilas chirriantes de su marido.

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